Brasil, la
locomotora de nuestra
esperanza
Iberoamericana
Por Manuel Zaguirre*
En
las últimas semanas Brasil ha saltado a la palestra. Imponentes
manifestaciones, más o menos espontaneas o sin convocantes definidos, con
brotes violentos en algunos casos, han recorrido el centro de una veintena de
ciudades emblemáticas. Las manifestaciones parecían tener un único denominador
común detonante: La protesta contra el alto coste del transporte público y las
intenciones de diversas autoridades
estatales, de Estados federados, de elevarlo aun más.
Poco
después de iniciada la marea, y de ir tomando impulso y extensión, se sumaron
otros móviles al del coste del transporte: La calidad y cobertura de los
servicios públicos, la denuncia de la corrupción, el derroche que comportan los
fastos futbolísticos y olímpicos del 2014 y el 2016, en contraste con los altos
índices de desigualdad social extrema que aún persisten en Brasil, la pérdida
del valor integral del Trabajo, etc.
Desde
España, y en cierta medida desde Europa, las voces habituales se han apresurado
a enjuiciar los problemas y acontecimientos de Brasil con el prisma de los de
aquí. Incluso, los movilizacionistas a ultranza de aquí –los de la indignación
y la rebeldía legítimas y, al mismo
tiempo, la desorganización que las esterilizan- han venido a decir que lo de
Brasil es una proyección de lo que sucede aquí… Cuanto ensimismamiento y cuanto
eurocentrismo nos queda todavía por evacuar para poder entender lo que pasa por
ahí y, sobre todo, lo que nos pasa a nosotros.
Por
ello, me ha parecido oportuno verter algunas reflexiones sobre la naturaleza
del proceso que vive Brasil y de la enorme importancia que el mismo tiene para
nosotros en perspectiva de futuro. Y hacerlo ahora que han amainado las
movilizaciones y que se celebró, con desigual resultado, la Jornada de Acción
del pasado 11 de Julio convocada, entre otros, por todo el espectro sindical
brasileño, con la CUT (Central Única de Trabajadores) al frente; la central
promovida por Lula hace ya tres décadas largas, y próxima al PT (Partido de los
Trabajadores) que, como todo el mundo sabe, es el partido que ejerce la
gobernación de ese inmenso Estado Federal.
El
objeto de las reflexiones que siguen es doble:
1)
Probar
que la simetría entre el Brasil de hoy y la España y la Europa, de hoy también,
es prácticamente ninguna.
2)
Llamar
la atención sobre la enorme potencialidad de presente y de futuro que tiene
Brasil y el interés que debiera merecernos a españoles, portugueses, otros
europeos diversos y, por supuesto, a todos los latinoamericanos.
Vamos
allá:
Un gigante en marcha
·
Con
sus 9 millones de kilómetros cuadrados, Brasil supone casi el 50% de la
extensión territorial de toda América del Sur, y el 5º mayor país del mundo. Le
cabe entera la Unión Europea y más, y unas 25 Españas.
·
Allí,
en la Amazonia, se produce una gran parte del oxigeno que consumimos la
Humanidad, está la mayor reserva de agua dulce del planeta –el acuífero
guaraní-, las mayores plantas de producción hidroeléctrica y un sinfín de
materias primas y recursos estratégicos. Todo ello en un país con una población
de 193 millones de personas que no viven apelotonados, ni mucho menos.
·
Allí
casi todo es “lo más grande del mundo” en el imaginario popular y en los hechos
reales.
·
Algunas
otras magnitudes esenciales demuestran que el gigante está bien aseadito:
-
Está
entre la 6ª y 7ª potencia económica del mundo con un PIB en torno a los
2,40 billones de dólares.
-
Dicho
PIB ha venido creciendo a una media en torno al 4,5% anual en las últimas dos
décadas; para el 2013 ese crecimiento se estima en el 5%.
-
La
renta per cápita es de 12.000 dólares; esta es una verdad estadística, es
decir, una mentira notable dada la desigualdad social extrema y los profundos
desequilibrios inter-regionales que caracterizan a Brasil.
-
La
tensión inflacionaria se sitúa en los márgenes del 4%, algo muy meritorio
teniendo en cuenta el recalentamiento perpetuo de una macro-economía en
crecimiento sostenido durante un largo periodo.
-
El
desempleo se mueve en la banda del 4,5 al 5%; otro dato matizable si reparamos en los altos índices
de exclusión, precariedad y terciarización laboral que no refleja fielmente la
estadística.
-
Este
vastísimo territorio se vertebra en un modelo de Estado Federal, con 26 Estados
federados y 1 distrito federal que se corresponde con la capital nacional,
Brasilia.
·
En
términos cualitativos, Brasil goza de una gran cohesión nacional, pese al
carácter federal de su Estado –o tal vez a causa de ello- y al crisol infinito
de etnias multicolores de su población.
·
Tal
vez esto último sea uno de los mayores potenciales de Brasil: Sus recursos
humanos, la juventud, dinamismo, entusiasmo
vital, de sus valiosos y abundantes recursos humanos (la pirámide
demográfica de Brasil es claramente expansiva; nada que ver con la española o
europea).
·
Tal
vez fue Jorge Amado, el insigne escritor y poeta nacional brasileño, quien
mejor definió esa realidad y potencialidad del Brasil humano, cuando escribió:
“El mestizaje convirtió a Brasil en un inmenso lecho
de amor en el que se mezclaron sangres, dioses, ritmos y gustos para formar un
pueblo de inmensa dulzura, de una cordialidad poco vulgar, pacífico,
inteligente a más no poder, con un extraordinario don para la creación
artística. Un pueblo que puede ser ejemplo de amor a la paz y de resistencia a
la miseria”.
·
Y,
para que no le falte de nada, Brasil tiene un gobierno nacional o federal, como
quieran, de izquierdas; así, como suena. De izquierda real, no de esa que se la
pasa diciendo no a todo -muchas veces desde el sofá del salón- mientras la
derecha hace y deshace a su antojo desde el poder, real también.
Lula,
el gran salto adelante
·
Obviamente,
el Brasil contemporáneo no arranca con Lula; viene de antes. Pero es
indiscutible que el gran momento de inflexión, el gran salto adelante, lo marca
la victoria de Luiz Inacio Da Silva, Lula, un obrero metalúrgico, negro, de
humildísimo origen social en las periferias de Sao Paulo… que en 2003, al
frente del PT (Partido de los Trabajadores), que fundara años antes, fue
elegido Presidente de la República Federativa de Brasil con el mayor número de
votos en una elección directa en la historia de las democracias: casi 60
millones de sufragios.
·
Las
políticas y prioridades estratégicas de Lula y sus gobiernos en los dos
mandatos que ejerció el poder, 2004 a 2012, supusieron un fortísimo impulso al
desarrollo del país pero, al mismo tiempo, generaron contradicciones y
limitaciones que son la causa objetiva del malestar de fondo que expresan las
recientes movilizaciones extendidas por casi todo el país y que culminaron en
la Jornada del pasado 11 de Julio. Veamos:
-
Lula
comprendió enseguida el escenario latinoamericano y mundial en el que debía
insertar la gobernación de Brasil. Por ello, las coordenadas geopolíticas y
económicas orientaron una intensa acción nacional e internacional desde el
primer momento:
1)
Presencia
en Davos sin complejos, hablando de tú a las elites mundiales del peor
capitalismo en nombre de su propio proyecto, el de Brasil, y no como títere del
neo-liberalismo rampante.
2)
Apoyo
a tope al Foro Social Mundial de Porto Alegre, como contrapunto inequívoco a lo
anterior.
3)
Apoyo
estratégico al proyecto de integración latinoamericana a partir de su primera
expresión, MERCOSUR.
4)
Fomento
de un cambio en la fisonomía socio-politica latinoamericana; para políticas más
sociales y menos neo-liberales son necesarios partidos, sindicatos y gobiernos nacionales
más progresistas y democráticos… como en Brasil.
5)
Inserción
en los escenarios internacionales globales, económicos, políticos e
institucionales, en base al reclamo de la fuerte potencialidad de crecimiento de Brasil como destino
inversor. Incentivado ese reclamo, además, con unas políticas espectaculares de
lucha contra la pobreza y la exclusión, llamadas a ensanchar un mercado interno
y una capacidad de consumo ya de por sí muy grandes.
6)
Políticas
fiscales progresivas y flexibles, a la vez, al servicio de ese doble objetivo
estratégico: Combate local contra la pobreza y la exclusión y convocatoria a la
inversión internacional a ese “inmenso lecho de amor”, también
de rentabilidades y beneficios… pero todo bajo la égida de un fortísimo
poder político puesto al servicio de un inmenso país ávido de crecer para y con
su gente, no sólo y exclusivamente con sus inversores internacionales.
·
Sin
la menor duda, Lula, en su periodo de gobierno logró varias cosas:
1)
Reducir
notablemente la tasa de pobreza y exclusión con la incorporación a niveles
básicos de consumo y demanda interna de unos 15 millones de brasileños, en
torno a la mitad del total.
2)
Un
importante saneamiento de las coordenadas macroeconómicas y las balanzas
fiscales, con fuerte impacto en los sectores medios de la población, es decir,
segmentos de la clase trabajadora y la pequeña burguesía y empresariado
urbanos.
3)
Una
indudable contribución, por acción directa y efecto de contagio, a una mayor
cohesión latinoamericana más allá de MERCOSUR, y a la presencia de gobiernos
mayoritariamente progresistas en la región.
4)
Colocar
a Brasil en la escena internacional como una de las potencias emergentes más
solidas y solventes, y a su PIB como el 6º o 7º del mundo en importancia.
Palabras mayores. Tanto es así que la sigla que identifica a esas potencias
emergentes –las BRICS- empieza con la “B” de Brasil y sigue con las del resto: Rusia,
India, China, Corea del Sur y Sudafrica. Yo añadiría en favor de Brasil que,
además de los factores cuantitativos, hay factores cualitativos como la cohesión
nacional y el respeto básico por la
Democracia y los Derechos Humanos, por los que Brasil es líder de esos BRICS.
·
Reflejo
de todo lo anterior, y despedida de Lula del poder, ¿hasta cuándo?, fue el
doble éxito para Brasil de organizar el Campeonato Mundial de Futbol del 2014 y
los Juegos Olímpicos de 2016. Dos eventos enormemente dinamizadores de la
economía y el empleo, de beneficios fabulosos y de aumento del prestigio
internacional.
·
No
obstante tanta luz, el mandato de Lula arrojó sombras que resumo en cuatro:
1)
El
aumento notable de la corrupción, el enchufismo, el nepotismo partidario, el
engorde artificial y mastodóntico de instituciones y parlamentos, fruto de la
concentración de poder federal y estatal en manos del PT y del fuerte
desarrollismo que generan las políticas y los estímulos inversores.
2)
Precarización
y terciarización laboral como cruz de la moneda del desarrollismo.
3)
El
malestar creciente en amplios sectores
medios que no perciben los beneficios del desarrollismo dadas las limitaciones
redistributivas del mismo. Ese malestar crece y se hace explícito hasta
comprometer la reelecion de Lula para su segundo periodo de gobierno,
2008-2012; lo logra pero con un resultado más apretado que en el primer
periodo.
4)
Fortísimo
impacto ecológico del desarrollismo, tanto en la Amazonia como en vastas extensiones
agrarias de cultivos sojeros y transgénicos exhaustivos.
·
Dilma
Russeff, actual Presidenta de Brasil, hereda las luces y sombras de Lula. Pero
lo que no hereda es su carisma popular, su autoridad y ascendiente sobre esa
maquinaria fabulosa que es el PT, el afecto y
respeto que Lula tiene entre el poderosísimo Movimiento Sindical y los
Movimientos Sociales brasileños, ni su prestigio en los ámbitos latinoamericano
e internacional.
·
Dilma
Russeff hereda, además, sin solución de continuidad, la implementación de los
macro-desafíos que suponen el Mundial de Futbol y las Olimpiadas. Es cierto que
se trata de escaparates fabulosos y fuertemente dinamizadores como hemos visto.
Pero son, también, escaparates envenenados que producen perjuicios graves en
sectores de la población, como expropiaciones, desalojos masivos y otros, y una
sensación de derroche y especulación.
·
De
esa acumulación de factores y desequilibrios antedichos, que tienen su
detonante inmediato en la implementación del futbol y las olimpiadas, se
derivan las movilizaciones in crescendo que se producen en Brasil semanas
atrás.
Crecimiento
económico con redistribución social
·
Una
interpretación somera, y tal vez abusiva, sería que las movilizaciones
contestaban un modelo de desarrollo inconcluso y obstruido a efectos redistributivos
a los ojos, y el bolsillo, de esas capas medias de la población. Dicho con una
imagen más coloquial: Al traje del fabuloso desarrollo económico de Brasil le
han empezado a saltar las costuras
propias de un desarrollo social insuficiente y deficiente.
·
No
es casual que las manifestaciones hayan tenido un ámbito exclusivamente urbano
y una reivindicación detonante típicamente urbana también: el alto coste del
transporte público y las previsiones de aumento de un servicio caro,
deficiente, incomodo, de limitada cobertura… e imprescindible para esos
sectores medios de las grandes urbes brasileñas.
·
Bien
es cierto que, a esa primera reivindicación sobre el precio del transporte, se
sumaron enseguida otras de similar naturaleza sobre la escasa calidad y cobertura de servicios
públicos vitales como la sanidad y la educación, o el agudo problema de la
vivienda en un país en el que la demanda desborda ampliamente a la oferta. También
la denuncia de la corrupción y la desigualdad endémica y extrema, se
incorporaron enseguida a la agenda de los manifestantes.
·
Es
decir, y esta es una diferencia radical con lo que sucede en España o en buena
parte de la Unión Europea, el movimiento reivindicativo en Brasil tiene un
carácter eminentemente ofensivo y de progreso: “Reclamamos un traje social en
el que nos sintamos cómodos, con arreglo al traje económico y financiero en el
que se sienten comodísimos los sectores de elite y también, aunque en menor
medida, los sectores sociales más bajos favorecidos por las políticas de
subsidios contra la pobreza y la exclusión…”, parecían decir con nitidez los
centenares de miles de personas que participaron en las movilizaciones.
·
O
sea, la clase trabajadora y las capas medias no se movilizaron para defender lo
poco que les queda, como aquí, sino para participar en forma mucho más justa y
progresiva de este inmenso festín que es Brasil.
·
A
diferencia de lo que sucede aquí, el gobierno de Brasil no se encastilla en
políticas suicidas de austeridad ni hace oídos sordos a las demandas de la calle. Con todo el
retraso que se quiera, y teniendo en cuenta la descentralización y
diversificación ideológica del poder en un Estado federal, que eso es Brasil,
la Presidenta Dilma Russeff confirmó la estrategia de crecimiento económico y
redistribución social, progresión de la fiscalidad, lucha contra la corrupción
y contra la pobreza y por el acortamiento de las agudas desigualdades que aún
persisten. Y confirma programas inversores mastodónticos en carreteras y trenes
–dar alas al crecimiento- y en vivienda, educación y sanidad –dar destino más
justo al crecimiento-. Un pequeño dato de todo esto llegó hasta España: Brasil
busca 7000 médicos en nuestro país, con un contrato multianual y una
retribución mensual en torno a los 3500 euros.
·
No
es casual, por lo tanto, que Dilma Russeff mantenga pese a todo niveles de
aceptación popular próximos al 60%. ¿Cuántos mandatarios españoles o europeos
pueden exhibir esas políticas y esos apoyos?.
·
Asímismo,
a diferencia de lo que ocurre por aquí, las organizaciones políticas y
sindicales brasileñas han jugado un rol pese a no haber previsto movilizaciones
espontaneistas y autoconvocadas. El PT no ha sido el típico partido
oficialista, atrincherado y acobardado tras el poder, como aquí,. Ha mediado,
opinado, reclamado, recogido la naturaleza
de las reivindicaciones populares para influir en las instancias de poder. Algo así han hecho otras fuerzas
progresistas que ejercen el poder en diversos Estados federados. Cierto que
otros han querido meter la cuchara en las movilizaciones como forma de
desgastar el sólido prestigio de Dilma Russeff, de sus políticas y su gobierno.
Algunos, incluso, han ensayado sin éxito aplicar la violencia a las
movilizaciones, supuestamente para radicalizarlas y realmente para
deslegitimarlas y aislarlas de las amplias mayorías.
·
El
Movimiento Sindical brasileño, liderado por la CUT, Força Sindical, UGT y la
CNPL, la poderosa organización de los profesionales y autónomos, tan fuerte
como atomizado a nivel organizativo, ha hecho propias las movilizaciones y las
reivindicaciones populares, bien es cierto que con algo de retraso y lentitud,
queriendo contribuir a unificarlas y darles así mayor fuerza en tanto que esas
reivindicaciones son la base de la apuesta estratégica del propio Movimiento
Sindical: Un Brasil que equilibre la calidad e intensidad del crecimiento
económico con los imperativos ambientales y de redistribución social, sin los
cuales el propio crecimiento o se colapsa y deviene recesión y regresión social
o mero desarrollismo autodestructivo.
Hasta
aquí una breve aproximación a la magnífica realidad y potencialidad, de hoy y
de futuro, de Brasil. Ambas se han vistos sorprendidas e interpeladas por las
importantes movilizaciones de Junio, que no desmerecemos como aviso pero no
debemos sublimar tampoco como síntoma febril de fondo. En los momentos más
álgidos de la protesta se habló de un millón
de manifestantes en unas veinte ciudades punteras de Brasil; un país,
recuerden, con 193 millones de habitantes. Pero, al margen de especulaciones estériles,
lo importante es que la tendencial histórica de Brasil no se tuerza y que sus
actores fundamentales –sociales, políticos, sindicales, culturales, económicos,
etc.- no la malogren con errores y
estrecheces de planteamiento y perspectiva.
Hay mucho en juego. Aunque, como se dice por allí, Brasil es
indestructible pero sus elites han sido muy tenaces en el intento a lo largo de
la historia de uno de los países “mais grandes do mundo”.
Construir y
liderar un bloque iberoamericano alternativo a esta globalización
Para
concluir, unas someras reflexiones sobre el título de estas líneas, es decir,
sobre la importancia decisiva de Brasil para la vasta comunidad iberoamericana
–América Latina más Portugal y España- y en no poca medida para toda la Europa
del Sur.
Cabría
pensar que hay oportunismo en esta
formulación: Arrimémonos a esta hermosa potencia emergente que es Brasil, y por extensión toda América Latina, pues
Portugal y España se caen a pedazos, en buena medida porque la Unión Europea
naufraga por agotamiento de su proyecto histórico –eficiencia económica para
la justicia social- ante la ofensiva de
la globalización ultraliberal de un capitalismo toxico y especulativo.
Pues
no, no hay oportunismo alguno por mi parte. Desde muy temprano, mi trayectoria militante
ha estado determinada por una fuerte impronta clasista, solidaria e
internacionalista, concretada en el triple ámbito de la construcción de una América
Latina integrada y de una Unión Europea integrada también, ambas sobre valores
y proyectos históricos comunes. Y en la perspectiva, a su vez, de una
integración estratégica de ambos continentes: El proyecto Euro-Latinoamericano como contrapeso decisivo a un modelo de
globalización ultraliberal y capitalista que se manifiesta con toda su
agresividad y arrogancia desestabilizadora del escenario mundial tras la caída
del bloque soviético a finales de los 80 y principios de los 90.
Mi
posicionamiento en la CMT, en la relación siempre preferente y estratégica con
la CLAT, en el empeño por una CES en esa misma perspectiva, pese a estúpidos
sectarismos, el más reciente proceso de unidad sindical internacional con la
constitución de la CSI a nivel mundial y de la CSA en las Américas… han estado
siempre orientados en esa triple perspectiva que es en sí misma una mirada
alternativa a la globalización imperante:
1)
Integración
de América Latina, con la fuerza que supone integrar países emergentes tan
importantes como Argentina, Colombia, Venezuela, Méjico, Chile, Bolivia, Perú,
además de Brasil, claro.
2)
Culminación
socio-política e institucional de la Unión Europea para que ésta no sea sólo
una casa monetaria y mercantil sin techo democrático.
3)
Alianza
estratégica entre América Latina, la deseable Comunidad Latinoamericana
Caribeña de Naciones, y una Unión Europea plena.
Cierto
que esa triple perspectiva, con el inicio del siglo, se ve acosada en su flanco
europeo por el neo-liberalismo global y sus secuelas de especulación financiera
e insolidaridad social. No es menos cierto que, a sensu contrario, América
Latina crece, combate la injusticia y la pobreza, afirma progresivamente su
soberanía e integración. Si Europa es un
inevitable reflejo de su avanzada edad, América Latina, con Brasil al frente,
es el joven continente del futuro.
En
todo caso, desde el lado hispano-luso, sureuropeo o europeo de conjunto, no hay
grandes márgenes para el optimismo histórico, si bien luchamos y hemos de
seguir haciéndolo por ensanchar esos márgenes, pues no podemos dejar de ser
europeos, siquiera sea por razones geográficas…
Pero
lo que hemos de ensanchar, sobre todo, es nuestra mirada iberoamericana
respecto a una Europa norteña y enriquecida, que no rica, que nos desprecia
porque nos desconoce. Desconoce nuestras lenguas, nuestras culturas, nuestra
alma, y no comparte ni remotamente nuestra sangre… Y por ello nos quieren
asignar, vía austeridad destructiva de lo mejor de nuestros países, un papel
subsidiario de fabricantes de paellas, tapas y sol –y sus equivalentes en
Portugal, Grecia o Italia- para que esa Europa enriquecida y norteña se
refocile en vacaciones con todo aquello que ignora y desprecia el resto del
año.
Yo
creo que esas ignorancias y desencuentros de sensibilidades, lenguas y
culturas, hacen inviables Uniones de verdad. A lo sumo, uniones mercantiles y de
intereses cortos.
Por
el contrario, en el ámbito iberoamericano tenemos superávit de esos factores
subjetivos y humanistas de encuentro, aparte el hecho aquí descrito de que en
el lado americano de ese ámbito hay abundancia de recursos, territorio, juventud,
ganas de vivir y de construir el presente y el futuro con soberanía y libertad.
No
hace mucho yo expuse esa mirada iberoamericana en sendas conferencias. Una en
Lisboa y otra en Bogotá, en Febrero y Noviembre del 2012 respectivamente.
Propuse sin ambages un proyecto de confederalidad fuerte entre Portugal y
España para proyectarnos unidos, con decisión histórica, sin arrogancia alguna,
no hay caso, todo lo contrario, hacia América Latina-Caribe, a través de
reforzar relaciones con países de fuertes afinidades y proximidades históricas,
empezando por Brasil. “Seamos geográfica y mercantilmente
europeos, no hay más remedio; pero seamos substancialmente iberoamericanos como
proyecto apasionante de hoy para mañana…”, vine a decir en esas
conferencias.
Para
mi sorpresa, nadie me tachó de loco o ilusorio.
Mucho menos los amigos portugueses. Tal vez por ello escribí estas
líneas sobre la esperanzadora importancia de Brasil.
En
todo caso, concluyo con algo que dije en esas conferencias y en ocasiones anteriores
desde hace muchos años: Si es usted español, italiano, francés, griego, o de
cualquier nacionalidad latinoamericana, mi consejo es que aprenda cuanto antes
portugués –a poder ser con la musicalidad brasilera-. Les será mucho más útil
en un futuro próximo que el inglés y que, incluso, el chino. Si lo sabrán los
miles de muchachos y muchachas españoles que toman cada día el camino de
Brasil, adelantándose por imperativos de supervivencia a esta gran esperanza iberoamericana.
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(*)
Ex Secretario General de la USO
(Julio
2013)
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