viernes, 5 de abril de 2013

CONFEDERACION EUROPEA DE SINDICATOS (CES): ¿LA CRISIS DE LOS 40?





Confederación Europea de Sindicatos (CES):
¿la crisis de los 40?


Manuel Zaguirre *



El pasado 28 de enero 2013 se celebró en Madrid una conferencia conmemorativa del 40º aniversario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES). Bajo el slogan “celebrar el pasado mirando al futuro”, que no es precisamente un dechado de creatividad, la conferencia buscaba emitir una exigencia de cambio en las políticas ultraliberales en boga en la Unión Europea, y hacerlo precisamente en el país, España, donde esas políticas están provocando tasas de paro y de sufrimiento social insoportables para los españoles y que, incluso, empiezan a alarmar en toda Europa por aquello de las barbas del vecino…

La conferencia, que espero no sea el acto central de este 40º aniversario de la CES pues sería muy poquita celebración, contó con la presencia estelar de un vicepresidente y un comisario de la Unión, y del presidente del Parlamento Europeo. Con especial vehemencia este último manifestó su vergüenza por la altísima tasa de paro juvenil que sufre España. Los otros, en tono más moderado, también se hicieron algún rasguño de vestidura por el drama social y humano que padecemos aquí. Siempre se agradecen, y recompensan con aplausos, este tipo de declaraciones “ex catedra” ante un auditorio de atildados y modosos sindicalistas europeos y, claro, españoles también.

No obstante, se agradecerían mucho más iniciativas más comprometidas y consecuentes con el desastre social que padece España y los demás países del sur de Europa y que, de no atajarse y resolverse, llegará también al resto de la Unión. Por ejemplo: no recordamos que el presidente del Parlamento Europeo haya promovido nunca una declaración por la que dicho Parlamento manifieste su “vergüenza” por las causas y los efectos del paro juvenil y otras lacras que padece nuestro país. Ni recordamos que se haya dirigido nunca a la señora Merkel, alemana como él, para afearle su conducta, egoísmo e insolidaridad, pues la austeridad impuesta a los países del sur es la causa central de que nos esté golpeando tan injustamente el desempleo masivo, el empobrecimiento acelerado, la especulación financiera y el delito fiscal a gran escala. Al mismo tiempo que Alemania cobra intereses por emitir deuda y se lleva a precio de saldo a decenas de miles de nuestros jóvenes ingenieros y técnicos superiores. Qué ocasión se le escapó al presidente del Parlamento Europeo de hablar de todo esto y señalar con el dedo las políticas y los políticos que son los culpables de su “vergüenza” por nuestro casi 60% de desempleo juvenil…



En cuanto a los otros macro-mandatarios europeos que expresaron en la conferencia su malestar por nuestro dolor, su inconsecuencia es mayor aún. El vicepresidente y comisario de economía de la Unión es un señor finlandés y tampoco nos consta declaración o lamento alguno por el alto precio social y humano que estamos pagando en España la clase trabajadora y los sectores populares más vulnerables por errores y delitos que nunca cometimos. Y esto no es baladí pues Finlandia es muy probablemente el país donde las campañas contra los países y los ciudadanos europeos del sur son más furibundas e, incluso, racistas, pintándonos como recuas de holgazanes que nos la pasamos bebiendo, cantando, comiendo y fornicando al sol a cuenta de los subsidios europeos… No nos consta que el señor Olli Rehn haya salido al paso contra esas campañas en su país. Aquí lo que sí hizo, una vez se apagaron  los focos de la conferencia sindical, es ir a apretarle las clavijas del déficit y la austeridad  a los sumisos  mandatarios españoles. Por cierto, apriete de clavijas el mismo día que llegaban a Madrid “los hombres de negro” a hacer lo propio pero de manera más discreta, sin focos mediáticos y con la arrogancia grosera, eso sí, de quienes saben que se dirigen a un gobierno dócil, el español.

Lamentablemente, una vez abandonaron la escena los citados prohombres europeos la conferencia conmemorativa del 40º aniversario de la CES se evaporó. Es más, se diría que la propia conferencia era la percha sobre la que colgar la proyección mediática de dichos prohombres las pocas horas que estuvieron en España. Digo esto porque me gustaría  pensar, ojalá que no en vano, que una conferencia como esa debió abordar un examen mínimo de la institución que era objeto de la conmemoración de su madurez, de sus 40 años cumplidos. Doy por supuesto, ironías aparte, que ese examen autocrítico no pudo hacerlo la CES reunida en Madrid unas pocas horas en una conferencia volcada al exterior más que al interno. Doy por supuesto, también, que ese ejercicio de revisión crítica estará previsto en forma amplia y múltiple.

Enfatizo esto último porque en los años que fui miembro de su comité ejecutivo -2005 a 2009- pude verificar las insuficiencias e inconclusiones que afectan a la CES, en cierto modo, aunque salvada la distancia, claro, las mismas que afectan a la propia Unión Europea.  Se centralizan, en mi opinión, en una de las que emanan las demás:

·     La CES no es todavía una auténtica confederación sindical en el sentido de la soberanía, autonomía y capacidad contractual y conflictual que caracteriza a las confederaciones sindicales de ámbito nacional. Es una coordinadora supranacional, un espacio de encuentro, de elaboración común, de acción incluso, de varias decenas de confederaciones nacionales de países europeos, la mayor parte de ellos miembros de la Unión y de su zona monetaria común. Confederaciones nacionales que se reservan la soberanía y no hacen cesión de la misma ni en el plano estratégico, financiero o programático al recipiente supranacional común, a la CES en el caso que nos ocupa.


Se dirá, con razón, que esa no cesión de soberanía de las organizaciones nacionales asociadas es característica de todas las organizaciones  supranacionales o internacionales, habida cuenta la diversidad y contradicciones, incluso, de las realidades que debe agrupar y representar una organización internacional.

Pero ese dato genérico no rige para el caso de la CES, pues ésta nace en 1973 con una voluntad explícita de superar las distintas corrientes y estructuras del sindicalismo internacional presentes en aquella Europa, y darle a ésta un fuerte impulso de cohesión social y fiscal, de desarrollo sostenible, de integración profunda, en suma, en la que el protagonismo de la mayoría social trabajadora fuera determinante. Es decir, la ansiada, y lejana aún, Europa Social y Solidaria.

Y así ha sido en el transcurso de estos 40 años; años que han conocido cambios y desarrollos imprevisibles en Europa en el 73 a causa de la caída del muro y la nueva configuración europea y mundial derivada de esa caída.

La CES ha jugado siempre ese rol de impulso y avanzada por una integración europea digna de tal nombre, muy especialmente en la etapa del liderazgo de Emilio Gabaglio (1991-2003), un sindicalista sureño de raza que echó la CES a las calles de Europa sin dejar de pelear para que fuera escuchada y tenida en cuenta en los despachos institucionales. La lucidez y el dinamismo que Gabaglio imprimió a la CES alcanzó hasta para que ésta hiciera una contribución decisiva, en lógica con su naturaleza unitaria y pluralista, al logro de la unidad sindical mundial, que se materializó con la fundación de la Confederación Sindical Internacional (CSI) en noviembre del 2006. Bien es cierto que, por esas cosas de la diplomacia sindical internacional que la razón común no entiende, la CES como tal nunca fue miembro de la CSI. Pero bueno, todo se andará.

No obstante, tanta luz nunca deslumbró a Gabaglio y a su equipo de dirección que se desgañitaban reclamando una cesión de soberanía de las confederaciones nacionales a la CES y un mayor compromiso financiero al servicio de su autonomía en coherencia con esa soberanía.

El paisaje desolador que presenta hoy la Unión Europea de fractura e insolidaridad interna, de ascenso inquietante de nacionalismos de todo pelaje, de hegemonía del ultraliberalismo y la especulación financiera, es en buena medida consecuencia de que el poder sindical, el poder organizado, activo y solidario de las clases trabajadoras europeas no alcanzó aún como para culminar la Europa Social y Solidaria, expresión máxima del proyecto de integración iniciado hace más de 50 años con el Tratado de Roma. Al mismo tiempo, la inconclusión socio-política, institucional, federativa, democrática en suma, de la Unión Europea, es la causa última de que la CES no haya culminado aún su desarrollo histórico, su plenitud como instrumento de poder de las clases trabajadoras y los sectores populares de la Unión.



Este es el nudo gordiano, la interrelación dialéctica de impotencias e inconclusiones entre la CES y la UE. Abordarlas para desanudarlas y avanzar en la única dirección válida, la construcción de la Europa Social y Solidaria, seguirá siendo el reto y el ejercicio ineludible de este 40º aniversario de nuestra CES. Espero volver sobre ello con algo más de espacio y tiempo.

De momento, la CES convoca una nueva tanda de movilizaciones para los próximos 13 y 14 de marzo. Movilizaciones que, obviamente, una vez más, serán asimétricas  según los países, y en los países mismos que las realicen. Pero que, en todo caso, son el único camino posible con independencia de los resultados visibles a corto plazo.








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* Militante de USO y SOTERMUN

La economia social y solidaria, ¿alternativa a este capitalismo toxico y esteril?


“… rechazamos el sistema capitalista por cuanto tiene de explotador del hombre por el hombre y antepone el lucro a las necesidades del pueblo; por ser un sistema que busca la expansión económica de las empresas privadas y de los grupos financieros antes que el desarrollo armónico de las distintas regiones y pueblos… por cuanto niega al pueblo no tanto el subsistir como la posibilidad de ser libre y responsable, que es tanto como decir su participación y control del Poder, falseando el juego democrático y monopolizando la información con vistas a mantener un sistema económico-social que fabrica hombres ejecutores sin responsabilidad y consumidores pasivos estimulados por una publicidad creadora de necesidades …”



“… la Democracia Socialista no es algo que se nos da o se conquista en un día; por el contrario es una realidad que exige la lucha permanente con uno mismo y con las estructuras capitalistas o totalitarias… es una realidad que se construye día a día en el ambiente en que vivimos… por eso, ante la estrategia capitalista, USO propugna una estrategia obrera revolucionaria que convierta la acción diaria de cada trabajador en un medio permanente de gestación de una conciencia colectiva de lucha y de formación militante que permita la conquista de aquellas posiciones y centros de decisión económicos, políticos y sociales que el Movimiento Obrero reclama en cada momento para la edificación de la Democracia Socialista…”


(Carta Fundacional de la USO, 1961)


Respondo al título: Sí, rotundamente, sin la menor duda.

Arranco estas líneas de forma contundente para despejar toda incertidumbre sobre el enfoque de este artículo. Por otra parte, mis opiniones y enfoques están determinadas por mi condición de viejo ciudadano y sindicalista español; con toda la dimensión internacionalista que se quiera, pero español a la postre y, además, con una inserción cada vez mayor en esta realidad dado mi estado de militante sosegado, una forma piadosa de decir jubilado. Enfatizo esto de español no por prurito nacionalista alguno (vivo mi vida de proximidad en Catalunya y participo sin escándalo ni miedo alguno del debate sobre la autodeterminación de esta tierra, hoy todavía parte de España), sino por ser España en los últimos años el doloroso paradigma de cómo este capitalismo de la especulación y el delito, unido a complicidades y errores autóctonos, puede destruir la economía, el empleo, las finanzas, las redes de seguridad social más elementales, y la autoestima, incluso, de un país y una sociedad enteras, y provocar en tiempo record tasas de sufrimiento e injusticia social incompatibles con supuestos mínimos de democracia política y humanismo social.






I. De qué capitalismo hablamos


Advierto de mi condición de ciudadano de esta atormentada y ultrajada España de hoy, consciente de que un ciudadano o sindicalista medio de otra latitud europea, normalmente nórdica, tendrá una visión más tolerante con el capitalismo que le ha tocado en suerte. Pero, al margen de apreciaciones locales sobre cómo vivencia cada cual el capitalismo, lo cierto es que en el conjunto de la Unión Europea, no sólo en los castigados países del sur, cada vez es mayor el número de personas y el estado de opinión que sostienen la incompatibilidad entre este capitalismo salvaje y los valores, principios y objetivos fundacionales de la propia Unión Europea. El liderazgo de esa corriente lo ejerce Islandia, el más al norte de todos los países europeos, cuya linda gente ha juzgado y encarcelado a un puñado de banqueros y especuladores que no se cargaron el país y a su gente porque los pillaron a tiempo, pero intentarlo lo intentaron. Lástima que Islandia sea una islita, con apenas unos 300.000 habitantes, aunque valen por muchos más, ínfimo peso económico y financiero en el conjunto y, lamentablemente, no es miembro de la Unión Europea, con lo cual ni podemos beneficiarnos de su contagio.

Pero ya está bien de preámbulo para enfatizar lo obvio: que soy español y europeo, que estoy indignado y encabronado con lo que está pasando y que urge plantarle cara y erradicarlo, es decir, superarlo de raíz. Vamos al tema:


Sostenía Passolini…

Cuando no tendría más de 16 ó 17 años, tuve acceso a los “Escritos Corsarios” de Pier Paolo Passolini, el intelectual y cineasta maldito, insoportable incluso para el mítico PCI que acabó expulsándolo. Había una reflexión, a modo de aparente paradoja histórica, que Passolini planteaba en los siguientes términos: En la Italia de Mussolini era fascista la superestructura estatal e institucional. Pero lo que podríamos llamar la infraestructura social, es decir, las amplias mayorías populares, no eran fascistas; vivían con un sentido de resistencia, habituados a compartir la pobreza, a no tener miedo del vecino, del compañero en la fábrica, del militante que jamás les iba a defraudar, las casas estaban abiertas de día y de noche, la solidaridad era espontanea y a ras de suelo ante las mil calamidades cotidianas provocadas por la pobreza digna y la opresión y persecución político-social… Por  contra, razonaba Passolini, en la Italia  de la 2ª postguerra, se constituye como indudablemente democrática la superestructura estatal, política e institucional, pero se va dando un proceso de lenta, silenciosa y casi imperceptible fascistizacion de la infraestructura social, es decir, la gente común; aflora el miedo al otro, el individualismo feroz, la incomunicación más absoluta, las casas se cierran a cal y canto, en las fabricas quiebran el espinazo de la solidaridad clasista, la competitividad a toda costa convierte al otro en un peligro…

El planteamiento de esta paradoja, expuesta de modo muy somero por mí, resultaba escandalosa a mediados de los 60 cuando la formuló Passolini. ¿A quién se le ocurre sostener que el fascismo podía producir una sociedad generosa y solidaria, a pesar de la pobreza y la opresión, y que la democracia produzca una ciudadanía egoísta, solitaria, miedosa y en trance de fascistizar sus comportamientos y valores…?, clamaba a coro la sociedad bien pensante italiana, incluida la izquierda socio-política que lideraba entonces el PCI, el partido comunista más democrático, creativo y lúcido de toda Europa.  A Passolini, que era un visionario además de un provocador irreductible, parecían resbalarle las reacciones y, muy probablemente, las contestaba entre dientes como hiciera en su día Galileo, “juzguen, juzguen, pero es redonda y se mueve…”.



Y dio una explicación luminosa y precursora a esa incomprendida paradoja sobre el impacto desigual de fascismo y democracia en las bases populares. El problema es el grado de desarrollo histórico del capitalismo y en orden inverso impacta en la cohesión, la moral y la ética social de las bases populares. En la Italia fascista de los años 20 ó 30 el capitalismo tenía un nivel de desarrollo mínimo y, en consecuencia, su impacto sobre los comportamientos de las clases obreras y populares era mínimo. Por contra, en la Italia de los 70 en adelante, el capitalismo suponía ya un alto nivel de desarrollo, concentración e impacto sobre la vida y las conductas cotidianas de la gente común.

Cuadro de texto: “Capitalismo que, como forma más sofisticada de dominación social, pretende, y logra a lo largo de la Historia, fundir y confundir su propia escala de valores con la del común de la gente de a pié, en una suerte de antropología siniestra…”Sería absurdo pensar que Passolini prefería el fascismo a la democracia, aunque no pocos lo acusaban estúpidamente de ello. Sostenía que la incidencia de la superestructura política e institucional, el Estado, vamos, en el proceso de configuración de la realidad y los valores sociales imperantes, siendo muy importante, es notablemente menor que la incidencia sobre esa realidad social que tenía y tiene el modelo económico de producción, consumo y redistribución que conocemos por capitalismo. Sí, capitalismo, más allá de tantos y tantos eufemismos en boga para no llamarlo por su nombre. Capitalismo, sí, un sistema fundado en la codicia, o lucro extremo, la apropiación del valor del trabajo, o plusvalía, o explotación, como gusten, la apropiación o privatización de los medios e instrumentos de todo tipo, de los tecnológicos a los financieros, que son imprescindibles para el progreso de las sociedades. Capitalismo, sí, que excita a cambio de casi nada los peores atavismos de la condición humana: individualismo acérrimo, insolidaridad, egoísmo, posesividad, territorialidad, miedo a la libertad… Capitalismo que, como forma más sofisticada de dominación social, pretende, y logra a lo largo de la Historia, fundir y confundir su propia escala de valores  con la del común de la gente de a pié, en una suerte de antropología siniestra…

En mi opinión, fue esta lucida reflexión de Passolini sobre la primacía perversa del capitalismo avanzado frente al Estado en la conformación de la realidad  y los valores ideo-políticos dominantes en ella, lo que le valió la expulsión del PCI “por desviaciones anarquizantes, además de conductas desordenadas …”. El entrecomillado es cosa mía.

Reconozco que el planteamiento por Passolini de esta paradoja y la forma de resolverla “a favor” del capitalismo en fase avanzada de desarrollo, acumulación y dominación histórica, determinó en muy buena medida  mi esquema de pensamiento desde casi la adolescencia. A salvo de error y de mis ostentosas limitaciones intelectuales, reconozco también que me ayudó mucho a comprender la asimetría y contradicciones entre la realidad y los comportamientos sociales en la etapa de la dictadura franquista y la democracia y, muy especialmente, a entender –y sufrir- los travestimos de la transición y del lanzamiento del proceso democrático, un proceso que, a fuerza de ser tan posibilista y respetuoso con las relaciones de poder real –el omnipresente capitalismo- corre riesgo de ser con el paso del tiempo una democracia de muy bajo perfil.





¿Es una crisis extraordinaria o un capitalismo ordinario?

Esta larga digresión introductoria, por la que pido disculpas y que, aparentemente, no tiene mucho que ver con el objeto de este articulo, me sirve de base para la siguiente pregunta:

¿Este desastre integral que estamos sufriendo y que, por cierto, nos homologa con las grandes mayorías del planeta que lo sufren desde siempre, es una circunstancia pasajera y, por lo tanto, superable echando mano de los instrumentos político-estatales habituales, o es el reflejo de ese desarrollo histórico del capitalismo  al que me he venido refiriendo tomando como percha unas reflexiones de Passolini de hace más de 50 años…?

Dicho de modo más abreviado y substantivo: ¿Esta es una crisis coyuntural del capitalismo y, por lo tanto, alguna vez volveremos a la “normalidad” o, por el contrario, estamos ante el cenit de su desarrollo histórico y este es el capitalismo que hay “per in secula seculorum”, que decían los curas de antes?. Veamos:

De que esto es una crisis no hay la menor duda. Baste echar un vistazo a la realidad: desempleo masivo e imparable, aumento vertiginoso de la pobreza y la exclusión,  zarpazos sin cuento a los fundamentos del Estado Social, como la educación, la sanidad, la investigación, la justicia, la vivienda, etc., descredito de la llamada “clase política” (un concepto tan aberrante como “mercado de trabajo” o “capital humano”), descredito de las instituciones, del rol del Estado, de la decencia básica en la gestión pública, rabia e impotencia, y mucha resignación, por supuesto, ante la hegemonía absoluta de los poderes facticos del dinero, que imponen crueles políticas antisociales a gobiernos, no sólo de derechas, con el determinismo siniestro de “esto es lo que hay y no hay otra cosa que hacer así crujan todas las estructuras y así cruja la vida y la esperanza de las mayorías populares…”

Cuadro de texto: “¿Esta es una crisis coyuntural del capitalismo y, por lo tanto, alguna vez volveremos a la “normalidad” o, por el contrario, estamos ante el cénit de su desarrollo histórico y este es el capitalismo que hay per in secula seculorum, que decían los curas de antes?”

Por supuesto, esto es una crisis. Lo que no es tan seguro es que sea pasajera o coyuntural, es decir, un periodo excepcional más o menos largo de irregularidad entre situaciones de normalidad. Conviene recordar que la “normalidad” anterior a esta crisis, anterior al 2007-2008 y a la “década prodigiosa del ladrillo”, se caracterizaba por la existencia de una tasa de paro endémico nunca inferior al 10%, una tasa de desempleo juvenil próxima al 30%, una tasa de precariedad laboral en torno al 35% (el 95% largo del empleo que se creaba en plena orgía del “España va bien” era eventual y abundantemente indigno, los famosos “contratos basura”), los salarios perdían posiciones en el PIB sistemáticamente, el llamado “dialogo social” no daba de sí más que “moderación salarial” y “flexibilidad contractual”,  una gran parte de las pensiones  eran bajísimas, una cuarta parte de la población malvivía entre la pobreza y su umbral. Y hay más. La izquierda y el sindicalismo convencionales, mayoritarios ambos, por supuesto, o estaban encantados o miraban para otra parte cuando a centenares de miles nuestros jóvenes abandonaban escuelas o institutos para ir al ladrillo  y de allí a los coches caros y a las “rutas del bacalao”, o cuando se degradaban los planes educativos con exclusión de cuanto sonara a humanidades y desarrollo personal en beneficio de un tecnicismo desaforado y acrítico, o cuando se despilfarraban en sabe Dios qué miles de millones de euros destinados a la formación profesional de reciclaje y actualización perpetua de conocimientos y habilidades, algo vital en un país cuyo “milagro económico” estaba basado en dos monocultivos: uno, inagotable por el momento, el sol; y el otro, especulativo y efímero, el ladrillo… un país que, en consecuencia, necesitaba y necesita vitalmente desarrollo y capacitación de la fuerza de trabajo en paralelo al esfuerzo de innovación y diversificación industrial y productiva… Por supuesto, en esa época de “normalidad pre-crisis” eran clamorosos fenómenos como el pasotismo de la política y los políticos o la lacra de la corrupción multidireccional… Pero bueno, como decimos por aquí. “las penas con pan son menos”, y en aquella época, que fue apenas ayer, corría el pan pero era hambre para mañana…

Con sus matices, ese paisaje pre-crisis no era sólo español; era más o menos común a toda la Europa del sur y a algunos otros países de la Unión aunque no se ubiquen geográficamente en esa latitud. Intento decir, y espero que se entienda aunque no se comparta, que la crisis de hoy es hija y heredera  de la “normalidad” de ayer… y de la de anteayer.

Y ello nos lleva al planteamiento subsiguiente: Como desenlace de esta crisis, ¿a qué nueva “normalidad” aspiramos, qué horizonte o qué escenarios barajan las elites y esperan las buenas gentes de a pié?. Vaya por delante que me planteo esta cuestión, como todo este articulo, con el mayor cariño, solidaridad y respeto por los millones de conciudadanos y compatriotas y congéneres del ancho mundo, de toda clase y condición, para los cuales crisis y normalidad son la misma cosa, que sufren injustamente este desastre provocado y gestionado por los pocos de siempre. Más allá de juicios críticos y autocríticos, de comentarios irónicos o mordaces, me considero orgullosamente parte, aunque ínfima, de cuantos  sufren, de cuantos luchan y piensan cómo superar este desastre y salir de este hoyo para no volver a caer en él. No pontifico desde ninguna torre de marfil; no lo hice nunca; quien debe saberlo sabe de mi trayectoria y modo de vida, y el último tramo de ella lo paso en el barrio con más pobreza, marginación, y alegría de vivir, de toda Barcelona… no en balde, aquí el 85% de la peña somos inmigrantes…

Dejando clara la intención, afirmo, a riesgo de error por generalización, que casi todo el mundo esperamos que vuelva la “normalidad” sin la menor idea de cómo será ese retorno. Es lógico y humano. Son millones de personas que no aguantan más porque, desde hace apenas unos años, la vida empieza a ser para ellos un riesgo de muerte social y civil. No aguantan más la falta de trabajo, el que sea y como sea, de subsidios, el riesgo cada vez más real de caer en la indigencia o perder la casa, el derrumbe de sus escuelas y hospitales, la inoperancia de la izquierda convencional, la mala leche y la ceguera suicida de las políticas de rigor mortis de la derecha real, la arrogancia delictiva de las bandas de banqueros  expulsando a centenares de miles de familias de sus viviendas, quedándose los bancos con ellas y dejando a las familias en la puta calle y con la deuda por pagar, al mismo tiempo que esos bancos vampirizan decenas de miles de millones de euros del erario público para enjugar sus errores y latrocinios privados. Han tardado cinco largos años de crisis y/o infierno los dos grandes partidos españoles en ponerse a dialogar para encontrar algunas formulas contra esta suerte de genocidio habitacional. Para ello ha hecho falta que varias personas se hayan suicidado antes que abandonar su casa, que otras lo hayan intentado, que miles y miles de vecinos, echando el corazón por delante, hayan enfrentado a la policía y a los agentes judiciales que iban a desalojar casas donde no había más que inocencia, desempleo, pobreza, miedo… y dignidad. Ha hecho falta que muchos jueces decentes, que los hay, algunos de ellos con lagrimas en los ojos, hayan salido a la palestra mediática a gritarles a los líderes políticos “en el nombre de Dios y del Derecho, hagan algo, cambien estas leyes injustas para que los bancos no puedan expulsar de sus casas a los más inocentes y golpeados por esta crisis que ellos provocaron y manejan en su exclusivo beneficio…”

¿Cómo no va a haber ansias de salir de este infierno como sea y cuanto antes?. Pero, antes de adentrarme en este futurible nebuloso de la salida de la crisis, quiero resaltar que, en el dolor y en el fragor de la misma, están naciendo flores en el fango, flores a cada instante, recordando a Lluis Llach. Las flores de la lucha, la movilización, incluyendo en ella un notable esfuerzo del movimiento sindical, convencional o no, que lo redime en no poca medida de complacencias pasadas, la irrupción en la escena socio-política de mil formas de espontaneismo, organización y participación de base, que abarca de jóvenes a viejos… flores en forma de solidaridades humanas y sociales hermosísimas. Flores son una súbita y lúcida toma de conciencia de dónde está realmente la causa de este desastre. Están siendo centenares de miles, millones de personas, muy jóvenes una gran parte, las que dejan de chuparse el dedo índice para utilizarlo directamente en señalar y denunciar a este capitalismo especulativo, financierista, improductivo, fundado en la codicia irracional y en afanes de dominación y poder absoluto, más propios de la investigación sicopática que de las ciencias sociales. Ese acopio de masa crítica anticapitalista es un dato para la esperanza en un futuro más humano por justo y por racional.

Retomando el tema de la salida de la crisis y de si ésta ha sido un momento de horas bajas en la trayectoria del capitalismo o, por el contrario, estamos en la fase cumbre del desarrollo histórico capitalista y éste es el modelo único a escala planetaria y está aquí para quedarse por una larga temporada –salvo que seamos capaces de acortarlo a base de desarrollos alternativos-, no puedo sino manifestar mi pesimismo. Me explico:

Por supuesto, en España y en la Europa del sur, llegará un momento, que aflojará la presión sobre la deuda, la Unión Europea reaccionará con los restos político-institucionales que le queden y habrá un despunte del proceso económico y del empleo. Pero ese despegue puede ser muy endeble, y efímero, incluso, salvo que la UE se erija en un autentico baluarte de cohesión político-institucional, dispuesta a afirmar sus propios valores fundacionales –humanismo social, racionalidad productiva del capitalismo, institucionalidad democrática, etc.- frente a esta globalización capitalista cuya mejor imagen es la del caballo que patea el planeta sin que el jinete, es decir, nosotros, la gente de a pié, tenga la menor idea de a dónde va.


¿Qué capitalismo nos aguarda tras la crisis?

Nada es descartable, sobre todo si se mantienen y crecen los niveles de concienciación y movilización que esta crisis está provocando. Pero no es previsible ese súbito desarrollo socio-político de la UE en paralelo a los grandes retos de una salida de la crisis digna de tal nombre. Con lo cual, el paisaje tras la batalla de la crisis puede ser poco alentador, sobre todo en los países, como vimos, en los que el paisaje de “normalidad” previa a la crisis ya era poco alentador. En el corto y medio plazo la reducción de la asfixiante tasa de paro irá pareja, en una lógica perversa de vasos comunicantes, a una generalización de la precariedad laboral y a una perdida estructural, y difícilmente reversible, del valor integral del Trabajo. La vuelta a tasas de crecimiento económico sobre las que impulsar esa reactivación del empleo, endémicamente precario, convivirán con tasas de pobreza y niveles de desigualdad y exclusión social que habría que remontarse a muchas décadas atrás para encontrar precedentes. En una franja muy significativa de la población asalariada trabajo y pobreza serán perfectamente compatibles; ya lo son hace tiempo. El viejo esquema de la sociedad de los tres tercios, que caracterizó a la Europa enriquecida hasta hace poco, se reconfigura a marchas forzadas hacia sociedades donde el 50% de la población sobrevive en los márgenes de la pobreza con trabajo o la pobreza extrema sin él; un 30% de la población vive a secas sobre parámetros de ingreso y consumo que se han dado en llamar últimamente “de clase media” y que siempre llamamos, porque lo era, “de clase trabajadora”; y un 20% concentrará altísimos niveles de renta y consumo; son los que nunca vivieron la crisis y medraron  con ella, incluso. Ni que decir tiene que ese “modelo” de sociedad no será nunca, mientras persista, ni muy estable ni muy cohesionada en términos socio-políticos; bien al contrario, estará condenada al conflicto  permanente,  y no será muy eficiente a nivel económico al basarse en un mercado interno extremadamente débil a causa de la desigualdad social y la precariedad laboral.




En síntesis, ese bajo perfil que yo preveo para nuestro  Estado, más benéfico que social y solidario, para nuestra economía, ineficiente e incapaz, nuestro desempleo y precariedad, altos y endémicos, nuestra sociedad, fracturada por desigualdades abismales, nuestra democracia, seriamente limitada por la dependencia económica derivada de la ineficiencia y la inestabilidad inherente a un escenario de conflicto social permanente… es cada vez más el perfil de todas las sociedades y países del planeta. No es que sea el signo resignado de los tiempos. Es el cenit del desarrollo histórico del capitalismo, su culminación y sublimación a escala universal. Es el triunfo clamoroso de la codicia, del lucro desaforado, de la acumulación de poder en un número cada vez menor de personas. Esa es la naturaleza y la esencia originaria del sistema desde los orígenes, y va para dos siglos. El control del proceso tecnológico, la globalización sin control legislativo o democrático alguno, la hegemonía del financierismo especulativo sobre las versiones productivistas del capitalismo… permiten una apropiación infinita del valor del Trabajo, o si se prefiere, de las plusvalías del mismo, o, como se decía antiguamente, de la explotación del Trabajo y las clases trabajadoras…

Ese es el modelo único sobre la Tierra y al mismo tiempo que unos verificamos y sufrimos sus peores efectos, otros se aprestan a recorrer el camino del desarrollismo sin límite, a abundar en la destrucción de un planeta que no es infinito en sus recursos y equilibrios, en la profundización de la desigualdad social extrema en todas partes, porque es el método y el resultado de la dinámica capitalista de competitividad universal, todos contra todos con el reclamo absurdo de que todos ganarán a la vez, en el sometimiento a la lógica del lucro y la expoliación de bienes vitales para la Humanidad como los alimentos, el agua, los avances científicos en materia de salud, la habitabilidad del planeta...

Me estoy refiriendo a los llamados “países emergentes”, que agrupan a la mitad larga de la Humanidad, y que parecen no buscar otras formas más sostenibles y racionales de desarrollo y bienestar de sus inmensas poblaciones que las de este capitalismo  toxico, pan de hoy y hambre rabiosa de pasado mañana, abusando del refranero. No es casual, ni está previsto que mejore, que algunos de esos países emergentes arrojen gravísimos déficits democráticos y de respeto a los derechos humanos y superávits muy altos en materia de corrupción y delito como lubricantes “naturales” de su desarrollo capitalista. Pienso en China, Rusia, India… Pero no importa; son mimados y acogidos en los selectos “clubs G” por las potencias del capitalismo “democrático”. Es el imperio del dinero y cualquier otro factor o valor humano deviene subsidiario, antiguo.

Me gustaría ser más optimista, más posibilista y esas cosas. Pero es lo que dan de sí los datos de esta hora histórica. Eso no quiere decir que yo apueste por una suerte de determinismo o inmovilismo histórico al margen de la voluntad, las necesidades y aspiraciones de las mayorías sociales. Todo lo contrario. Es la voluntad humana en acción, las mejores ideas y valores que de ella pueden emanar, el verdadero motor de la Historia, y ésta ha transcurrido hasta ahora en una dirección de progreso material y dignificación de la condición humana. Bien es cierto que de modo muy desigual según las latitudes y las diversas etapas y circunstancias históricas.

No es menos cierto que esa voluntad humana se enfrenta y sufre hoy un sistema de acumulación y concentración de poder fuera de todo control sin precedentes. Por eso se nos anuncia el final de la Historia, lo inútil por imposible, dicen, de pensar siquiera en un sistema alternativo; se nos amenaza, de intentarlo, con que las condiciones de vida pueden empeorar sin límite porque los ejércitos de empobrecidos son más abundantes que las poblaciones con algún nivel de inserción e ingreso; desde las grandes plataformas mediáticas, soporte ideológico del sistema y negocio fabuloso a la vez, se nos “educa” en una lógica que busca que vivamos los valores de este capitalismo  como inherentes a los propios de la condición humana…



A pesar de todos los pesares, se puede y se debe enfrentar este monstruo global. Se trata de pensar, de actuar, de organizarse y construir  sobre valores morales alternativos, los nuestros de siempre,  y con instrumentos nuevos para la participación y confluencia de voluntades e ideas.

Cuadro de texto: “El control del proceso tecnológico, la globalización sin control legislativo o democrático alguno, la hegemonía del financierismo especulativo sobre las versiones productivistas del capitalismo… permiten una apropiación infinita del valor del Trabajo, o si se prefiere de las plusvalías del mismo o, como se decía antiguamente, de la explotación del Trabajo y las clases trabajadoras…”Sólo un par de premisas para cerrar este somero examen sobre el capitalismo que hay e ir de lleno a la otra mitad de este articulo:

No vamos a construir un sistema socio-económico humano y racional sólo a base de repetir estérilmente jaculatorias anticapitalistas. Pero tampoco va a ser posible ir muy allá, mucho menos construir nada estable, viable y alternativo, ignorando la crudeza y profundidad  de este sistema –objetivamente de dominación integral- o limitándose a esperar que este capitalismo se dote por arte de magia de la piedad y la cordura que, según sostienen algunos, fue perdiendo por el camino.








II. Economía Social y Solidaria: hacia un proyecto alternativo



Descrito “in extremis” el paisaje capitalista que hay y nos espera, quiero adentrarme en un territorio, el de la Economía Social y Solidaria (ESS en lo sucesivo), que considero, a riesgo de error una vez más, que reúne una gran realidad y una gran potencialidad, en su doble vertiente defensiva y alternativa. Y que, además, puede ser, me gustaría creerlo, un guion de trabajo estratégico a corto, medio y largo plazo para un Movimiento Sindical al que no le sobra de nada, más bien al contrario, y al que se la tiene jurada este capitalismo global y ante el que no debieran haber muchos márgenes de complacencia.

Hablo con conocimiento de la realidad y potencialidad de la ESS. No es una ocurrencia por aquello de que algo hay que idear para zafarnos de esta crisis y de quien la provoca y la usufructúa, ni propongo que descubramos juntos el Mediterráneo a estas alturas. No es eso. Si me refiero a la ESS como una realidad es con plena consciencia de su larga trayectoria histórica en tanto que material fundante, en la primera mitad del siglo XIX, del propio Movimiento Obrero y Sindical. Y si creo que tiene una gran potencialidad de futuro es porque el desarrollo histórico de la ESS, a diferencia del capitalismo que nos ocupa, es muy limitado todavía, si bien a lo largo de este siglo y medio transcurrido la ESS ha conocido diversidad de evoluciones y protagonismos en multitud de latitudes culturales, socio-políticas y económicas. Por su propia naturaleza, la ESS supone una alternativa al capitalismo pero, también, una forma de propiedad y actividad distinta a la propiedad pública del Estado y, muy especialmente, cuando el Estado degeneró –y degenera- en una forma vulgar y opresiva de capitalismo.

Insisto, porque es la intencionalidad expresa de este artículo, en la citada potencialidad de futuro de la ESS porque me interesa, sobre todo, destacar que esa potencialidad puede ser, no pontifico, un valor añadido programático y estratégico para el Movimiento Sindical en todas partes. Obviamente, para los millones de personas, protagonistas naturales de la ESS , ese valor añadido y esa voluntad de futuro se da cada vez con más fuerza y consciencia de su importancia.

Por razones de pura funcionalidad conceptual me importa destacar que el término ESS no es univoco ni indiscutible. Hay nominaciones diversas para definir un sector de composición inabarcable dada la infinidad de iniciativas y actividades que acoge y promueve. Economía Social y Solidaria, ESS, me ha parecido el más expresivo de ese lindo universo. Pero, en todo caso, lejos de discusiones nominalistas, lo importante es identificar y estar de acuerdo con los denominadores comunes, principios y valores que definen a la ESS y a quienes la promueven y gestionan en todas partes. Ellos son:

·        Organización democrática y participativa de las empresas, asociaciones y entidades afectadas.

·        Principios de igualdad y solidaridad en el régimen de propiedad y en la estructura de retribuciones.

·        Reinversión de los beneficios para el desarrollo y mejora de la actividad, del empleo, cooperativo o no, del fondo de reserva y promoción, etc.



·        Principio de rentabilidad y eficacia empresarial al servicio de la naturaleza y objetivos sociales de la empresa o actividad en cuestión.

·        Ubicación de proximidad local de las empresas y actividades, y vinculación estrecha de éstas a la satisfacción de necesidades y aspiraciones socio-económicas.


No hay que ser Einstein para darse cuenta que la mera declaración de principios de la ESS es antitético e incompatible con el capitalismo, especialmente con éste de fuerte carácter especulativo y financierista. Tampoco soy tan voluntarista de pensar que la ESS será a corto y medio plazo el paisaje económico y social alternativo a este capitalismo. Es todo más difícil y las correlaciones de fuerza son las que son. Pero, en todo caso, jamás cambiará esa desfavorable correlación si no se dispone de propuesta y proyecto histórico alternativo… y de la voluntad de sacarlo adelante.



Un breve repaso a la realidad de la ESS

A finales del pasado Octubre, se celebró en Barcelona la 1ª Feria de la Economía Social en una antigua factoría textil –la Fabra y Coats- que resistió ser demolida en beneficio de la especulación inmobiliaria y es hoy un excelente espacio social para el uso y disfrute de la ciudadanía y de actividades de todo tipo, siempre sin ánimo de lucro. Todo un signo.

En esa 1ª Feria, en medio de un hermoso turbión de conferencias, debates, talleres, exposiciones, casetas de entidades, etc., había paneles con datos de la ESS a nivel mundial, europeo, español y catalán, así como otros datos históricos sobre el origen y evolución de la ESS. Algunos datos muy sintéticos nos dan una idea:

·        En el mundo se calcula que son unos 900 millones de personas las que trabajan en la ESS, es decir, que lo hacen en régimen cooperativo o sin relación de dependencia salarial.

·        Se calcula, a su vez, en unas 800.000 las empresas y entidades cooperativas que contienen a esos 900 millones de personas.

·        La cifra de personas ocupadas en la ESS resulta tan significativa –casi un 30% de la fuerza de trabajo mundial- porque, muy probablemente, incluye a un número considerable de personas de lo que hemos dado en llamar “economía informal” o de subsistencia, sobre todo en África y Asia, y en menor medida en América Latina, en muchos de cuyos países dicha “economía informal” supone un aporte muy importante al PIB nacional, en algunos casos superior al 50% del mismo. Estos últimos datos son muy difíciles de objetivar por la propia naturaleza e informalidad de ese sector de la economía. En todo caso, ello no desmerece la importancia global de la ESS pues la “economía informal” seria encuadrable en ella.

·        A nivel europeo, la implantación y desarrollo de la ESS es muy desigual y los datos de conjunto no son ni abundantes ni especialmente rigurosos. En términos absolutos no es exagerado afirmar que la ESS ocupa en la Unión Europea a casi 10 millones de personas, que vienen  a ser el 8% del total de la población activa y supone en torno al 7% del PIB de la Unión.



·        La implantación por países europeos de la ESS guarda mucha relación con factores históricos y culturales pero, también y sobre todo, con realidades socio-económicas. No es casualidad que sea en el sur de Europa donde la ESS tenga una presencia más significativa. Es una latitud que se corresponde con un mayor déficit del Estado de Bienestar, de la cohesión social y del desarrollo capitalista autóctono. En la Europa del norte, singularmente en los países escandinavos la hegemonía cultural y socio-política socialdemócrata, su fuerte determinación sobre la configuración del Estado y las estructuras de producción y redistribución, explica ese mucho menor desarrollo de la ESS.

·        Cuadro de texto: “Me parece de un grandísimo valor moral y social el esfuerzo de las entidades en defensa de la discapacidad pues es uno de los grupos humanos más indefensos ante los brutales recortes del gasto social que practican los gobiernos de derechas, en Catalunya y en España”No obstante, esa asimetría norte-sur aplicada a la ESS en Europa no es mecanicista. En países como Bélgica o Francia tiene también una significativa implantación la ESS. En el caso del primero, Bélgica, y es un fenómeno casi único, la ESS y el Movimiento Sindical se interrelacionan desde los orígenes comunes hasta hoy.

·        Destacar, también, que está viva y activa la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria (RIPESS-Europa). Celebró su último Congreso en Barcelona hace algo más de un año. Si bien esta expresión asociativa, siendo importante,  no es  la única lamentablemente. Por su propia naturaleza y diversidad la cohesión asociativa y las estructuras de organización y coordinación en los distintos planos no son todo lo unitarias e integradas que sería deseable.

·        Por razones obvias de proximidad, información e intervención, y también porque la ESS tiene aquí un muy importante espacio y un rol in crescendo a raíz de la crisis, dedico un mayor espacio y detalle a describir el esperanzador fenómeno de la ESS en España:

o  Datos recientes cifran en más de dos millones las personas ocupadas y en torno a unas  55.000 empresas y entidades. Con una aportación al PIB cercana al 12%. En sí mismas, y en los tiempos que corren, se trata de cifras, más que importantes, impresionantes.

o  Como dato cualitativo, otro más, anoten que el 80% del empleo en la ESS es indefinido y estable. Un dato muy importante en un país que, junto a la angustia de una tasa de desempleo superior al 25%, sufre que apenas un 1% del escasísimo empleo que se crea sea indefinido.

o  Junto al dato anterior, añádase que la ESS no destruye empleo, ni de lejos, en la medida compulsiva y dramática que lo viene haciendo la economía privada y la pública; casi 4 millones de desempleados en poco más de 4 años. Una demolición más que una crisis.

o  Es más, la ESS crea empleo a pesar del fragor de la crisis con una cadencia sostenida, en términos comparativos, claro, mucho mayor que el sector privado o público.

o  Creo resaltable que el parlamento español, en el año 2011, aprobó por unanimidad de todos los grupos políticos representados –algo insólito- la Ley de Economía Social, un marco jurídico común a todas las experiencias y realidades de la ESS para apoyar su reconocimiento, visibilidad y prestigio.



o  Asimismo, me parece interesante reparar en la distribución territorial de la ESS. Tres Comunidades Autónomas, Catalunya, País Vasco y Andalucía, agrupan el 50% de empresas y entidades del conjunto de España.

o  En los dos primeros casos, Catalunya y País Vasco, se evidencia un axioma: El valor de proximidad y localización inherente a la ESS y correlativo, por lo tanto, con el fuerte sentimiento identitario y autonomista –independentista, incluso- de estas dos nacionalidades históricas.

o  En el caso de Andalucía habría factores para explicarlo como el enorme tamaño territorial de esta Comunidad Autónoma. Pero también los factores identitarios y de fuerte sentimiento autonomista le serian aplicables, pues los incorporó, con mucha fuerza y a pulmón, en el proceso de transición democrática, 1976-1979, hasta ganar un Estatuto de Autonomía de primera clase. Me limito a comentar lo que ocurrió; cosa distinta seria discutir si aquel logro andaluz fue una buena contribución histórica  a la articulación territorial de España, o un puro efecto mimético respecto a Catalunya y País Vasco pese a ser éstas realidades y trayectorias ampliamente diferenciadas. Pero no es este el ámbito de esa discusión.


·        Algún caso emblemático para ilustrar la importancia de la ESS a la que me vengo refiriendo:

-     Grupo Mondragón: ubicado en el interior del País Vasco, está considerada la cooperativa más grande del mundo. Con 100 empresas que ocupan unos 90.000 trabajadores, la inmensa mayoría socios cooperativos. Tiene su propia Universidad, con 7.000 alumnos, al objeto de promover la cultura, filosofía y gestión cooperativa.  La Universidad funciona también en régimen cooperativo. El Grupo Mondragón incluye una gran diversidad de actividades sectoriales.

Destacamos EROSKI, un complejo de distribución comercial–alimentaria, sobre todo- con cientos de centros en toda España. Ocupa unas 45.000 personas, prácticamente todos socios, con un proyecto de integrar también a los consumidores en esta lógica cooperativa. El Consejo de Dirección lo componen 500 miembros representando a partes iguales a trabajadores y consumidores de EROSKI.

Otro emblema del Grupo Mondragón es FAGOR, empresa líder en el sector del electrodoméstico. El año pasado, en pleno azote de la crisis, una Asamblea de 2.500 socios-trabajadores aprobó duros ajustes en diversas materias –salarios, producción, horarios, jubilaciones, etc- para evitar despidos. Tómese buena nota.

El Grupo Mondragón tiene su propio instrumento financiero, la Caja Laboral Popular; tal vez la entidad más decente y racionalizada de todas, ajena por completo a las prácticas especulativas y delictivas tan al uso en el estallido de la crisis y en su dura evolución.



En el otro extremo, un breve comentario sobre un sector de la economía social por el que tengo un especial cariño y admiración por razones personales que no hacen ahora al caso. Me refiero al de las empresas, talleres, asociaciones familiares, etc…, que dan empleo y amparan de diversas formas personas con discapacidades físicas o intelectuales (en algunos países latinoamericanos utilizan la expresión “personas con capacidades diferenciadas”; me gusta más). Este sector de la ESS sólo en Cataluña, agrupa a unas 20.000 personas y a unas 75.000 en el ámbito de toda España. Esta cifra no incluye a la ONCE (Organización Nacional de Ciegos de España) porque no es mecánicamente encuadrable en el universo de la ESS; se trata de una sociedad limitada sin ánimo de lucro. En todo caso, me parece de un grandísimo valor moral y social el esfuerzo de las entidades en defensa de la discapacidad pues es uno de los grupos humanos más indefensos ante los brutales recortes del gasto social que practican los gobiernos de derechas, en Cataluña y en España.

Por último, cómo obviar el peso de la ESS en el sector primario de nuestra economía,  es decir, en el ámbito agro-pecuario.  En zonas como Andalucía, la ESS es parte importante de la propiedad, gestión, transformación y comercialización del sector olivarero, uno de los puntales de la región. En Catalunya, el potente movimiento cooperativo tiene su origen en la segunda mitad del siglo XIX en sectores tan importantes como el del vino y el del aceite, con especial fuerza en las comarcas de Tarragona, y con sedes centrales de las cooperativas que son auténticas maravillas arquitectónicas obra de los mismos artistas que hicieron de Barcelona, a finales del XIX, un escaparate universal de esa bellísima arquitectura modernista. En la actualidad, seguimos en Cataluña, el sector de la agricultura y las producciones ecológicas es uno de los más expansivos y prospero de la ESS.



El valor, originario y en expansión, de la ESS

La ESS es un universo y, al igual que el otro, infinito, conteniéndolo todo, y en expansión permanente. Quiero decir con esto, en primer lugar, que no hay ninguna actividad humana, creativa y laboriosa, que no esté ya incluida bajo el concepto de ESS. Ninguna. Desde las más sofisticadas  –producción y comercialización de energía, limpia y sostenible, por supuesto- hasta las más sencillas y entrañables –la asociación de algunos autónomos o desempleados para salir adelante, o los talleres y empresas para dar trabajo y autoestima a personas discapacitadas, como dijimos- hasta el ámbito financiero convencional.

Cuadro de texto: “O nos reconocemos hijos y herederos de esa hermosa tradición solidaria y liberadora o no seremos casi nada; apenas una luz que viaja a ninguna parte procedente de una estrella ya apagada…”Este universo de la ESS, en segundo lugar, está en expansión permanente por dos razones centrales: 1) Porque la creatividad y la capacidad humana de idear actividades, proyectarlas y compartirlas a partir de necesidades y aspiraciones a satisfacer, es infinita. Mucho más si éstas se motorizan sobre impulsos de cooperación y solidaridad y no de lucro privado, dominación y apropiación del trabajo de otros. 2) Porque la actual crisis –insisto en calificarla más bien como el rostro del capitalismo de hoy- impulsa y abre los horizontes de la ESS en la doble vertiente, defensiva y alternativa.



Defensiva para recomponer de forma humana los restos socio-económicos de este naufragio. Es un hecho verificable que, pese a la crisis y por efecto de ella precisamente, la ESS crece y es una excelente propuesta para combatir el doble riesgo de la resignación o la desesperación cuando destruyen nuestras empresas y puestos de trabajo. Eso se concreta en mil formas e iniciativas a base de invertir en ellas las indemnizaciones por despido, los subsidios de desempleo, los ahorrillos donde los haya, o recuperar empresas abandonadas o destruidas por la torpeza de gestión, la rapiña empresarial, el mercado…

En cuanto a la dimensión alternativa de la ESS, ésta crece, de forma más o menos consciente, en base a una línea de pensamiento que crece, a su vez, sobre la certeza de que este capitalismo improductivo, fundamentalista y estéril, genera y generará cada vez más atropellos y destrozos en cuantía muy superior a los problemas que resuelve o a las esperanzas que suscita. Y es lógico, necesario y urgente, que busquemos otros materiales éticos y una metodología racional, otro sentido de la eficiencia y la sostenibilidad económica y financiera, otra mirada social y política de conjunto… Ahí radica la enorme potencialidad alternativa de la ESS al capitalismo que nos ocupa.

Abundando un poco más en esto último, la ESS, como el Movimiento Obrero y Sindical, la izquierda política y social, las doctrinas social-cristianas es un efecto del capitalismo, y a caballo de sus embestidas –o crisis- históricas, la ESS ha conocido momentos de especial impulso y vigencia. Eso es así desde la época fundacional del capitalismo, y va para dos siglos. Y aquí hay una señal de especial interés para el Movimiento Sindical, tan reticente en demasiadas ocasiones a la ESS. En el origen del capitalismo, un momento de embestida por excelencia, la clase obrera y los sectores populares, abrumadoras mayorías entonces, generaron la función antes que los órganos. Es decir, por imperativos defensivos y de supervivencia elemental, porque la explotación era salvaje, empezando por los niños (¿nada que ver con el paisaje planetario del capitalismo de hoy?) la clase obrera y el pueblo generaron prácticas y culturas solidarias a vida para zafarse de la muerte. Era todo muy espontáneo y primitivo, muy magmatico, pero muy hermoso en cuanto que, en escenarios invivibles de explotación y sometimiento, afloró lo mejor de la condición humana en forma de prácticas solidarias y apoyo mutuo en terrenos vitales como la alimentación, los medicamentos, la atención a los niños, la mortalidad laboral, las mil situaciones de desamparo e infortunio de viejos y mujeres, la búsqueda del conocimiento y la dignidad básica en un océano obrero de analfabetismo impuesto, la defensa heroica del valor de la gente del Trabajo, única fuente tangible de riqueza y de progreso… De aquella grandeza,  del sacrificio y la lucha de generaciones de la clase obrera, anónimos artífices del proceso histórico, proviene todo. Todo. Los sistemas de seguridad y protección social, el mutualismo cooperativo, las cajas de resistencia y solidaridad, los sindicatos después, el Estado Social donde lo ha habido (no utilizo prácticamente nunca el concepto “estado de bienestar”), y gravemente hostigado hoy por esta embestida del capitalismo. En el Movimiento Sindical y en otros ámbitos de la lucha y la organización social y política, todo el mundo sin excepción debiera conocer de aquella grandeza y sacrificios, nadie debiera olvidarlos y, mucho menos, despreciarlos por “antiguos”. O nos reconocemos  hijos y herederos de esa hermosa tradición solidaria y liberadora o no seremos casi nada; apenas una luz que viaja a ninguna parte procedente de una estrella ya apagada…

Cerrando este último y larguísimo paréntesis, añadir que en España, y singularmente en Cataluña, esa relación entre embestidas del capitalismo y flujo ascendente de la ESS, se ha confirmado casi mecánicamente: segunda mitad del siglo XIX; momentos prefundacionales del Movimiento Obrero y Sindical organizado;  crisis de los años 30 del siglo XX y marea republicana y revolucionaria que aplastó Franco en nombre de la caverna de la época; arranque de los 70, crisis del petróleo,  y efervescencia predemocrática; embestida de fondo de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, aunque no se identificara formalmente como crisis hasta hace 4 ó 5 años.




Sindicalismo y ESS: necesidad de una convergencia estratégica

Debo concluir y es lógico que lo haga con algunos comentarios sobre la relación entre Sindicalismo y ESS. En todo caso, este artículo quiere ser un diálogo entre sindicalistas y sobre una materia, la ESS, que nos es históricamente muy próxima.

Es cierto que no todas las corrientes del sindicalismo han tenido el mismo aprecio por la ESS. Las inspiradas en el marxismo -socialdemócratas o comunistas- han primado siempre el rol del Estado por encima de las iniciativas de signo cooperativo y autogestionario. Así, la corriente socialdemócrata o reformista sostuvo que el Estado democrático es un corrector de las tropelías del capitalismo. La globalización y la última embestida histórica a la que me referí, han debilitado este modelo y, de paso, provocado la mayor crisis de perspectiva de la socialdemocracia. En la corriente comunista o revolucionaria, el Estado es instrumento imprescindible para construir el socialismo “científico”. El fracaso estrepitoso de la URSS y su mutación, junto con China, al capitalismo salvaje, hacen añicos esta doctrina del Estado y el socialismo totalitarios.

Por el contrario, las corrientes sindicales de inspiración social-cristiana y anarco-sindicalista, siempre han tenido –o hemos, más bien- una mayor proximidad e implicación con la ESS. Ello tiene que ver, en ambos casos, con un acervo humanista que privilegia la persona humana, su libertad, dignidad e iniciativa, como fundamento del Estado y no como subsidiaria de éste. Prueba de esa vinculación estrecha de las corrientes sindicales cristianas y libertaria con la ESS, sería la magnífica extensión de las colectividades agrarias e industriales por parte de la CNT en plena guerra civil española –un fenómeno de alcance e interés mundial más allá de errores y excesos y del resultado final determinado por la derrota en la guerra- o la esplendida tradición y realidad de hoy que supone en esta materia el MOC (Movimiento Obrero Cristiano) y su buque-insignia, la Confederación de Sindicatos Cristianos (CSC), en Bélgica.

En la etapa previa a la unidad sindical internacional, la CMT y sus regionales más dinámicas –CLAT, ODSTA- incorporaban la ESS como parte fundamental de la identidad y acción de nuestra concepción sindical, más fundada en la lógica del Movimiento de Trabajadores de toda clase y condición, unidos por el nexo de la solidaridad, que en la del sindicalismo como agrupación de trabajadores asalariados.

Felizmente, la CSI supone un inmenso espacio de encuentro unitario del pluralismo sindical histórico, y la Declaración de Principios y Objetivos que aprobó el Congreso Fundacional en Viena (noviembre 2006), incorporó el amplio espacio de la ESS como parte también del quehacer de la CSI y sus organizaciones. Por supuesto, la CSA, y las demás regionales de la CSI, asumen e integran en sus programas la ESS.

En el caso de la USO, modestamente, siempre se mantuvo una actitud de interés, cooperación, intercambio, etc., con organizaciones representativas de la ESS, confesionales y laicas. En 1991, el 6º Congreso Confederal aprobó una actualización de fondo de la Declaración de Principios y Objetivos de la USO, incorporando la ESS como uno de los pilares de nuestras sociedades junto al sector privado y el público. Han sido numerosas las actividades de formación, estudio, investigación, etc., sobre la relación Sindicalismo-ESS. Destaco un importante Seminario Internacional celebrado a finales de 1999, sobre “Economía Social y Sindicalismo”, que reunió a representantes de España y de varios países europeos (Bélgica, Francia, Italia, Portugal). Dirigido por Jordi Estivill, una autoridad en la materia a nivel catalán, español e internacional, el Seminario contó también con la aportación destacada de Eugenio Royo (q.e.p.d.) fundador de la USO a finales de los 50 y vinculado al Grupo Mondragon a lo largo de su vida. De este Seminario Internacional dimos cuenta literal en el número 27 de EL PROYECTO, la revista de cuadros de la USO.




En sus casi 20 años de historia, SOTERMUN, la ONG promovida por la USO, hemos realizado un numero notable de actividades de todo tipo en apoyo de trabajadores –trabajadoras, sobre todo- de la economía social o informal en países empobrecidos.


Cuadro de texto: “… El Sindicalismo, a escala nacional y global, tiene la obligación de incluir realmente en su agenda a la ESS. Ello exige conocerla, crear puentes, compartir algunas experiencias activas, promoverlas directamente los sindicatos…”





Y sin embargo, prevalecen notables niveles de incomunicación y recelo entre el Sindicalismo y la ESS. Lo habitual es que el primero acuse a la segunda de actitud y actividad asistencial en beneficio del capitalismo y en detrimento de la solvencia que debe tener el Estado Social. La ESS, a su vez, acusa al sindicalismo de inoperancia, falta de imaginación y flexibilidad ante los nuevos retos, al tiempo que afirma su rol como puntal del Estado Social y como propuesta alternativa al capitalismo.

De estos recelos y desencuentros da idea el hecho de que en la 1ª Feria de la Economía Social, celebrada en Barcelona el pasado Octubre, a la que me referí antes, no había presencia de ningún sindicato, ni grande ni chico. Tampoco de ningún partido. Me parecieron tan sorprendentes esas ausencias en evento de tanta importancia, que le planteé la cuestión a una personalidad muy relevante de la ESS, en Cataluña y fuera de ella; Jordi Estivill, exactamente. Su razonamiento fue altamente expresivo de lo que digo: “Partidos y sindicatos no han manifestado ningún interés en participar en esta 1ª Feria de la ESS. De haberse interesado en ser invitados les hubiéramos exigido que fijen sus posiciones ante la ESS porque aún no lo han hecho en ningún sentido…”.

Si de lo que se trata es de construir en todas partes una sociedad justa y solidaria, es evidente que ésta no puede tener como fundamento excluyente el capitalismo. Sería un contrasentido absurdo. Y ahí está la gran chance de la ESS por cuanto es un proyecto alternativo, no solo en lo socio-económico; también en lo antropológico, es decir, en orden a los valores éticos, largamente tratados, que ella entraña.

Por todo ello, el Sindicalismo, a escala nacional y global, tiene la obligación de incluir realmente en su agenda a la ESS. Ello exige conocerla, crear puentes, compartir algunas experiencias activas, promoverlas directamente los sindicatos, etc.

Pero bueno, no es más que una opinión. Que se expresen otras.





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(*) militante de USO y SOTERMUN de España