“… rechazamos el sistema capitalista por cuanto
tiene de explotador del hombre por el hombre y antepone el lucro a las
necesidades del pueblo; por ser un sistema que busca la expansión económica de
las empresas privadas y de los grupos financieros antes que el desarrollo armónico
de las distintas regiones y pueblos… por cuanto niega al pueblo no tanto el
subsistir como la posibilidad de ser libre y responsable, que es tanto como
decir su participación y control del Poder, falseando el juego democrático y
monopolizando la información con vistas a mantener un sistema económico-social
que fabrica hombres ejecutores sin responsabilidad y consumidores pasivos
estimulados por una publicidad creadora de necesidades …”
“… la Democracia Socialista no es algo que se nos
da o se conquista en un día; por el contrario es una realidad que exige la
lucha permanente con uno mismo y con las estructuras capitalistas o
totalitarias… es una realidad que se construye día a día en el ambiente en que
vivimos… por eso, ante la estrategia capitalista, USO propugna una estrategia
obrera revolucionaria que convierta la acción diaria de cada trabajador en un
medio permanente de gestación de una conciencia colectiva de lucha y de
formación militante que permita la conquista de aquellas posiciones y centros
de decisión económicos, políticos y sociales que el Movimiento Obrero reclama
en cada momento para la edificación de la Democracia Socialista…”
(Carta
Fundacional de la USO, 1961)
Respondo
al título: Sí, rotundamente, sin la menor duda.
Arranco
estas líneas de forma contundente para despejar toda incertidumbre sobre el
enfoque de este artículo. Por otra parte, mis opiniones y enfoques están
determinadas por mi condición de viejo ciudadano y sindicalista español; con
toda la dimensión internacionalista que se quiera, pero español a la postre y,
además, con una inserción cada vez mayor en esta realidad dado mi estado de
militante sosegado, una forma piadosa de decir jubilado. Enfatizo esto de
español no por prurito nacionalista alguno (vivo mi vida de proximidad en
Catalunya y participo sin escándalo ni miedo alguno del debate sobre la
autodeterminación de esta tierra, hoy todavía parte de España), sino por ser
España en los últimos años el doloroso paradigma de cómo este capitalismo de la
especulación y el delito, unido a complicidades y errores autóctonos, puede
destruir la economía, el empleo, las finanzas, las redes de seguridad social más
elementales, y la autoestima, incluso, de un país y una sociedad enteras, y
provocar en tiempo record tasas de sufrimiento e injusticia social
incompatibles con supuestos mínimos de democracia política y humanismo social.
I. De qué capitalismo hablamos
Advierto
de mi condición de ciudadano de esta atormentada y ultrajada España de hoy,
consciente de que un ciudadano o sindicalista medio de otra latitud europea,
normalmente nórdica, tendrá una visión más tolerante con el capitalismo que le
ha tocado en suerte. Pero, al margen de apreciaciones locales sobre cómo
vivencia cada cual el capitalismo, lo cierto es que en el conjunto de la Unión
Europea, no sólo en los castigados países del sur, cada vez es mayor el número
de personas y el estado de opinión que sostienen la incompatibilidad entre este
capitalismo salvaje y los valores, principios y objetivos fundacionales de la
propia Unión Europea. El liderazgo de esa corriente lo ejerce Islandia, el más
al norte de todos los países europeos, cuya linda gente ha juzgado y
encarcelado a un puñado de banqueros y especuladores que no se cargaron el país
y a su gente porque los pillaron a tiempo, pero intentarlo lo intentaron.
Lástima que Islandia sea una islita, con apenas unos 300.000 habitantes, aunque
valen por muchos más, ínfimo peso económico y financiero en el conjunto y,
lamentablemente, no es miembro de la Unión Europea, con lo cual ni podemos
beneficiarnos de su contagio.
Pero
ya está bien de preámbulo para enfatizar lo obvio: que soy español y europeo,
que estoy indignado y encabronado con lo que está pasando y que urge plantarle
cara y erradicarlo, es decir, superarlo de raíz. Vamos al tema:
Sostenía Passolini…
Cuando
no tendría más de 16 ó 17 años, tuve acceso a los “Escritos Corsarios” de Pier
Paolo Passolini, el intelectual y cineasta maldito, insoportable incluso para
el mítico PCI que acabó expulsándolo. Había una reflexión, a modo de aparente
paradoja histórica, que Passolini planteaba en los siguientes términos: En la
Italia de Mussolini era fascista la superestructura estatal e institucional.
Pero lo que podríamos llamar la infraestructura social, es decir, las amplias
mayorías populares, no eran fascistas; vivían con un sentido de resistencia,
habituados a compartir la pobreza, a no tener miedo del vecino, del compañero
en la fábrica, del militante que jamás les iba a defraudar, las casas estaban
abiertas de día y de noche, la solidaridad era espontanea y a ras de suelo ante
las mil calamidades cotidianas provocadas por la pobreza digna y la opresión y
persecución político-social… Por contra,
razonaba Passolini, en la Italia de la
2ª postguerra, se constituye como indudablemente democrática la superestructura
estatal, política e institucional, pero se va dando un proceso de lenta,
silenciosa y casi imperceptible fascistizacion de la infraestructura social, es
decir, la gente común; aflora el miedo al otro, el individualismo feroz, la
incomunicación más absoluta, las casas se cierran a cal y canto, en las
fabricas quiebran el espinazo de la solidaridad clasista, la competitividad a
toda costa convierte al otro en un peligro…
El
planteamiento de esta paradoja, expuesta de modo muy somero por mí, resultaba
escandalosa a mediados de los 60 cuando la formuló Passolini. ¿A quién se le
ocurre sostener que el fascismo podía producir una sociedad generosa y
solidaria, a pesar de la pobreza y la opresión, y que la democracia produzca
una ciudadanía egoísta, solitaria, miedosa y en trance de fascistizar sus
comportamientos y valores…?, clamaba a coro la sociedad bien pensante italiana,
incluida la izquierda socio-política que lideraba entonces el PCI, el partido
comunista más democrático, creativo y lúcido de toda Europa. A Passolini, que era un visionario además de
un provocador irreductible, parecían resbalarle las reacciones y, muy
probablemente, las contestaba entre dientes como hiciera en su día Galileo,
“juzguen, juzguen, pero es redonda y se mueve…”.
Y
dio una explicación luminosa y precursora a esa incomprendida paradoja sobre el
impacto desigual de fascismo y democracia en las bases populares. El problema
es el grado de desarrollo histórico del capitalismo y en orden inverso impacta
en la cohesión, la moral y la ética social de las bases populares. En la Italia
fascista de los años 20 ó 30 el capitalismo tenía un nivel de desarrollo mínimo
y, en consecuencia, su impacto sobre los comportamientos de las clases obreras
y populares era mínimo. Por contra, en la Italia de los 70 en adelante, el
capitalismo suponía ya un alto nivel de desarrollo, concentración e impacto
sobre la vida y las conductas cotidianas de la gente común.
Sería absurdo pensar que Passolini prefería el
fascismo a la democracia, aunque no pocos lo acusaban estúpidamente de ello. Sostenía
que la incidencia de la superestructura política e institucional, el Estado,
vamos, en el proceso de configuración de la realidad y los valores sociales
imperantes, siendo muy importante, es notablemente menor que la incidencia
sobre esa realidad social que tenía y tiene el modelo económico de producción,
consumo y redistribución que conocemos por capitalismo. Sí, capitalismo, más
allá de tantos y tantos eufemismos en boga para no llamarlo por su nombre. Capitalismo,
sí, un sistema fundado en la codicia, o lucro extremo, la apropiación del valor
del trabajo, o plusvalía, o explotación, como gusten, la apropiación o
privatización de los medios e instrumentos de todo tipo, de los tecnológicos a
los financieros, que son imprescindibles para el progreso de las sociedades. Capitalismo,
sí, que excita a cambio de casi nada los peores atavismos de la condición
humana: individualismo acérrimo, insolidaridad, egoísmo, posesividad,
territorialidad, miedo a la libertad… Capitalismo que, como forma más
sofisticada de dominación social, pretende, y logra a lo largo de la Historia,
fundir y confundir su propia escala de valores
con la del común de la gente de a pié, en una suerte de antropología
siniestra…
En
mi opinión, fue esta lucida reflexión de Passolini sobre la primacía perversa
del capitalismo avanzado frente al Estado en la conformación de la
realidad y los valores ideo-políticos
dominantes en ella, lo que le valió la expulsión del PCI “por desviaciones anarquizantes, además de conductas desordenadas …”.
El entrecomillado es cosa mía.
Reconozco
que el planteamiento por Passolini de esta paradoja y la forma de resolverla “a
favor” del capitalismo en fase avanzada de desarrollo, acumulación y dominación
histórica, determinó en muy buena medida
mi esquema de pensamiento desde casi la adolescencia. A salvo de error y
de mis ostentosas limitaciones intelectuales, reconozco también que me ayudó
mucho a comprender la asimetría y contradicciones entre la realidad y los
comportamientos sociales en la etapa de la dictadura franquista y la democracia
y, muy especialmente, a entender –y sufrir- los travestimos de la transición y
del lanzamiento del proceso democrático, un proceso que, a fuerza de ser tan
posibilista y respetuoso con las relaciones de poder real –el omnipresente
capitalismo- corre riesgo de ser con el paso del tiempo una democracia de muy
bajo perfil.
¿Es una crisis extraordinaria o un
capitalismo ordinario?
Esta
larga digresión introductoria, por la que pido disculpas y que, aparentemente,
no tiene mucho que ver con el objeto de este articulo, me sirve de base para la
siguiente pregunta:
¿Este desastre integral que estamos
sufriendo y que, por cierto, nos homologa con las grandes mayorías del planeta
que lo sufren desde siempre, es una circunstancia pasajera y, por lo tanto,
superable echando mano de los instrumentos político-estatales habituales, o es
el reflejo de ese desarrollo histórico del capitalismo al que me he venido refiriendo tomando como
percha unas reflexiones de Passolini de hace más de 50 años…?
Dicho
de modo más abreviado y substantivo: ¿Esta es una crisis coyuntural del
capitalismo y, por lo tanto, alguna vez volveremos a la “normalidad” o, por el
contrario, estamos ante el cenit de su desarrollo histórico y este es el
capitalismo que hay “per in secula seculorum”, que decían los curas de antes?.
Veamos:
De
que esto es una crisis no hay la menor duda. Baste echar un vistazo a la
realidad: desempleo masivo e imparable, aumento vertiginoso de la pobreza y la
exclusión, zarpazos sin cuento a los
fundamentos del Estado Social, como la educación, la sanidad, la investigación,
la justicia, la vivienda, etc., descredito de la llamada “clase política” (un
concepto tan aberrante como “mercado de trabajo” o “capital humano”),
descredito de las instituciones, del rol del Estado, de la decencia básica en
la gestión pública, rabia e impotencia, y mucha resignación, por supuesto, ante
la hegemonía absoluta de los poderes facticos del dinero, que imponen crueles
políticas antisociales a gobiernos, no sólo de derechas, con el determinismo
siniestro de “esto es lo que hay y no
hay otra cosa que hacer así crujan todas las estructuras y así cruja la vida y
la esperanza de las mayorías populares…”
Por supuesto, esto es una crisis. Lo que no es tan
seguro es que sea pasajera o coyuntural, es decir, un periodo excepcional más o
menos largo de irregularidad entre situaciones de normalidad. Conviene recordar
que la “normalidad” anterior a esta crisis, anterior al 2007-2008 y a la
“década prodigiosa del ladrillo”, se caracterizaba por la existencia de una
tasa de paro endémico nunca inferior al 10%, una tasa de desempleo juvenil
próxima al 30%, una tasa de precariedad laboral en torno al 35% (el 95% largo
del empleo que se creaba en plena orgía del “España va bien” era eventual y
abundantemente indigno, los famosos “contratos basura”), los salarios perdían
posiciones en el PIB sistemáticamente, el llamado “dialogo social” no daba de
sí más que “moderación salarial” y “flexibilidad contractual”, una gran parte de las pensiones eran bajísimas, una cuarta parte de la
población malvivía entre la pobreza y su umbral. Y hay más. La izquierda y el
sindicalismo convencionales, mayoritarios ambos, por supuesto, o estaban
encantados o miraban para otra parte cuando a centenares de miles nuestros
jóvenes abandonaban escuelas o institutos para ir al ladrillo y de allí a los coches caros y a las “rutas
del bacalao”, o cuando se degradaban los planes educativos con exclusión de
cuanto sonara a humanidades y desarrollo personal en beneficio de un tecnicismo
desaforado y acrítico, o cuando se despilfarraban en sabe Dios qué miles de
millones de euros destinados a la formación profesional de reciclaje y
actualización perpetua de conocimientos y habilidades, algo vital en un país
cuyo “milagro económico” estaba basado en dos monocultivos: uno, inagotable por
el momento, el sol; y el otro, especulativo y efímero, el ladrillo… un país que,
en consecuencia, necesitaba y necesita vitalmente desarrollo y capacitación de
la fuerza de trabajo en paralelo al esfuerzo de innovación y diversificación
industrial y productiva… Por supuesto, en esa época de “normalidad pre-crisis”
eran clamorosos fenómenos como el pasotismo de la política y los políticos o la
lacra de la corrupción multidireccional… Pero bueno, como decimos por aquí.
“las penas con pan son menos”, y en aquella época, que fue apenas ayer, corría
el pan pero era hambre para mañana…
Con
sus matices, ese paisaje pre-crisis no era sólo español; era más o menos común
a toda la Europa del sur y a algunos otros países de la Unión aunque no se
ubiquen geográficamente en esa latitud. Intento decir, y espero que se entienda
aunque no se comparta, que la crisis de hoy es hija y heredera de la “normalidad” de ayer… y de la de anteayer.
Y
ello nos lleva al planteamiento subsiguiente: Como desenlace de esta crisis, ¿a qué nueva “normalidad” aspiramos, qué
horizonte o qué escenarios barajan las elites y esperan las buenas gentes de a
pié?. Vaya por delante que me planteo esta cuestión, como todo este
articulo, con el mayor cariño, solidaridad y respeto por los millones de
conciudadanos y compatriotas y congéneres del ancho mundo, de toda clase y
condición, para los cuales crisis y normalidad son la misma cosa, que sufren
injustamente este desastre provocado y gestionado por los pocos de siempre. Más
allá de juicios críticos y autocríticos, de comentarios irónicos o mordaces, me
considero orgullosamente parte, aunque ínfima, de cuantos sufren, de cuantos luchan y piensan cómo
superar este desastre y salir de este hoyo para no volver a caer en él. No
pontifico desde ninguna torre de marfil; no lo hice nunca; quien debe saberlo
sabe de mi trayectoria y modo de vida, y el último tramo de ella lo paso en el
barrio con más pobreza, marginación, y alegría de vivir, de toda Barcelona… no
en balde, aquí el 85% de la peña somos inmigrantes…
Dejando
clara la intención, afirmo, a riesgo de error por generalización, que casi todo
el mundo esperamos que vuelva la “normalidad” sin la menor idea de cómo será
ese retorno. Es lógico y humano. Son millones de personas que no aguantan más
porque, desde hace apenas unos años, la vida empieza a ser para ellos un riesgo
de muerte social y civil. No aguantan más la falta de trabajo, el que sea y
como sea, de subsidios, el riesgo cada vez más real de caer en la indigencia o
perder la casa, el derrumbe de sus escuelas y hospitales, la inoperancia de la
izquierda convencional, la mala leche y la ceguera suicida de las políticas de
rigor mortis de la derecha real, la arrogancia delictiva de las bandas de
banqueros expulsando a centenares de miles
de familias de sus viviendas, quedándose los bancos con ellas y dejando a las
familias en la puta calle y con la deuda por pagar, al mismo tiempo que esos
bancos vampirizan decenas de miles de millones de euros del erario público para
enjugar sus errores y latrocinios privados. Han tardado cinco largos años de
crisis y/o infierno los dos grandes partidos españoles en ponerse a dialogar
para encontrar algunas formulas contra esta suerte de genocidio habitacional.
Para ello ha hecho falta que varias personas se hayan suicidado antes que
abandonar su casa, que otras lo hayan intentado, que miles y miles de vecinos,
echando el corazón por delante, hayan enfrentado a la policía y a los agentes
judiciales que iban a desalojar casas donde no había más que inocencia,
desempleo, pobreza, miedo… y dignidad. Ha hecho falta que muchos jueces
decentes, que los hay, algunos de ellos con lagrimas en los ojos, hayan salido
a la palestra mediática a gritarles a los líderes políticos “en el nombre de Dios y del Derecho, hagan
algo, cambien estas leyes injustas para que los bancos no puedan expulsar de
sus casas a los más inocentes y golpeados por esta crisis que ellos provocaron
y manejan en su exclusivo beneficio…”
¿Cómo
no va a haber ansias de salir de este infierno como sea y cuanto antes?. Pero,
antes de adentrarme en este futurible nebuloso de la salida de la crisis,
quiero resaltar que, en el dolor y en el fragor de la misma, están naciendo
flores en el fango, flores a cada instante, recordando a Lluis Llach. Las
flores de la lucha, la movilización, incluyendo en ella un notable esfuerzo del
movimiento sindical, convencional o no, que lo redime en no poca medida de
complacencias pasadas, la irrupción en la escena socio-política de mil formas
de espontaneismo, organización y participación de base, que abarca de jóvenes a
viejos… flores en forma de solidaridades humanas y sociales hermosísimas. Flores
son una súbita y lúcida toma de conciencia de dónde está realmente la causa de
este desastre. Están siendo centenares de miles, millones de personas, muy
jóvenes una gran parte, las que dejan de chuparse el dedo índice para
utilizarlo directamente en señalar y denunciar a este capitalismo especulativo,
financierista, improductivo, fundado en la codicia irracional y en afanes de
dominación y poder absoluto, más propios de la investigación sicopática que de
las ciencias sociales. Ese acopio de masa crítica anticapitalista es un dato
para la esperanza en un futuro más humano por justo y por racional.
Retomando
el tema de la salida de la crisis y de si ésta ha sido un momento de horas
bajas en la trayectoria del capitalismo o, por el contrario, estamos en la fase
cumbre del desarrollo histórico capitalista y éste es el modelo único a escala
planetaria y está aquí para quedarse por una larga temporada –salvo que seamos
capaces de acortarlo a base de desarrollos alternativos-, no puedo sino
manifestar mi pesimismo. Me explico:
Por
supuesto, en España y en la Europa del sur, llegará un momento, que aflojará la
presión sobre la deuda, la Unión Europea reaccionará con los restos
político-institucionales que le queden y habrá un despunte del proceso
económico y del empleo. Pero ese despegue puede ser muy endeble, y efímero,
incluso, salvo que la UE se erija en un autentico baluarte de cohesión político-institucional,
dispuesta a afirmar sus propios valores fundacionales –humanismo social,
racionalidad productiva del capitalismo, institucionalidad democrática, etc.-
frente a esta globalización capitalista cuya mejor imagen es la del caballo que
patea el planeta sin que el jinete, es decir, nosotros, la gente de a pié,
tenga la menor idea de a dónde va.
¿Qué capitalismo nos aguarda tras la
crisis?
Nada
es descartable, sobre todo si se mantienen y crecen los niveles de
concienciación y movilización que esta crisis está provocando. Pero no es
previsible ese súbito desarrollo socio-político de la UE en paralelo a los
grandes retos de una salida de la crisis digna de tal nombre. Con lo cual, el
paisaje tras la batalla de la crisis puede ser poco alentador, sobre todo en
los países, como vimos, en los que el paisaje de “normalidad” previa a la
crisis ya era poco alentador. En el corto y medio plazo la reducción de la asfixiante
tasa de paro irá pareja, en una lógica perversa de vasos comunicantes, a una
generalización de la precariedad laboral y a una perdida estructural, y
difícilmente reversible, del valor integral del Trabajo. La vuelta a tasas de
crecimiento económico sobre las que impulsar esa reactivación del empleo,
endémicamente precario, convivirán con tasas de pobreza y niveles de
desigualdad y exclusión social que habría que remontarse a muchas décadas atrás
para encontrar precedentes. En una franja muy significativa de la población
asalariada trabajo y pobreza serán perfectamente compatibles; ya lo son hace
tiempo. El viejo esquema de la sociedad de los tres tercios, que caracterizó a
la Europa enriquecida hasta hace poco, se reconfigura a marchas forzadas hacia
sociedades donde el 50% de la población sobrevive en los márgenes de la pobreza
con trabajo o la pobreza extrema sin él; un 30% de la población vive a secas
sobre parámetros de ingreso y consumo que se han dado en llamar últimamente “de
clase media” y que siempre llamamos, porque lo era, “de clase trabajadora”; y
un 20% concentrará altísimos niveles de renta y consumo; son los que nunca
vivieron la crisis y medraron con ella,
incluso. Ni que decir tiene que ese “modelo” de sociedad no será nunca,
mientras persista, ni muy estable ni muy cohesionada en términos socio-políticos;
bien al contrario, estará condenada al conflicto permanente,
y no será muy eficiente a nivel económico al basarse en un mercado
interno extremadamente débil a causa de la desigualdad social y la precariedad
laboral.
En
síntesis, ese bajo perfil que yo preveo para nuestro Estado, más benéfico que social y solidario, para
nuestra economía, ineficiente e incapaz, nuestro desempleo y precariedad, altos
y endémicos, nuestra sociedad, fracturada por desigualdades abismales, nuestra
democracia, seriamente limitada por la dependencia económica derivada de la
ineficiencia y la inestabilidad inherente a un escenario de conflicto social
permanente… es cada vez más el perfil de todas las sociedades y países del
planeta. No es que sea el signo resignado de los tiempos. Es el cenit del
desarrollo histórico del capitalismo, su culminación y sublimación a escala
universal. Es el triunfo clamoroso de la codicia, del lucro desaforado, de la
acumulación de poder en un número cada vez menor de personas. Esa es la
naturaleza y la esencia originaria del sistema desde los orígenes, y va para
dos siglos. El control del proceso tecnológico, la globalización sin control
legislativo o democrático alguno, la hegemonía del financierismo especulativo
sobre las versiones productivistas del capitalismo… permiten una apropiación
infinita del valor del Trabajo, o si se prefiere, de las plusvalías del mismo,
o, como se decía antiguamente, de la explotación del Trabajo y las clases
trabajadoras…
Ese
es el modelo único sobre la Tierra y al mismo tiempo que unos verificamos y
sufrimos sus peores efectos, otros se aprestan a recorrer el camino del
desarrollismo sin límite, a abundar en la destrucción de un planeta que no es
infinito en sus recursos y equilibrios, en la profundización de la desigualdad
social extrema en todas partes, porque es el método y el resultado de la
dinámica capitalista de competitividad universal, todos contra todos con el
reclamo absurdo de que todos ganarán a la vez, en el sometimiento a la lógica
del lucro y la expoliación de bienes vitales para la Humanidad como los
alimentos, el agua, los avances científicos en materia de salud, la
habitabilidad del planeta...
Me
estoy refiriendo a los llamados “países emergentes”, que agrupan a la mitad larga
de la Humanidad, y que parecen no buscar otras formas más sostenibles y
racionales de desarrollo y bienestar de sus inmensas poblaciones que las de
este capitalismo toxico, pan de hoy y
hambre rabiosa de pasado mañana, abusando del refranero. No es casual, ni está
previsto que mejore, que algunos de esos países emergentes arrojen gravísimos
déficits democráticos y de respeto a los derechos humanos y superávits muy
altos en materia de corrupción y delito como lubricantes “naturales” de su
desarrollo capitalista. Pienso en China, Rusia, India… Pero no importa; son
mimados y acogidos en los selectos “clubs G” por las potencias del capitalismo “democrático”.
Es el imperio del dinero y cualquier otro factor o valor humano deviene
subsidiario, antiguo.
Me
gustaría ser más optimista, más posibilista y esas cosas. Pero es lo que dan de
sí los datos de esta hora histórica. Eso no quiere decir que yo apueste por una
suerte de determinismo o inmovilismo histórico al margen de la voluntad, las
necesidades y aspiraciones de las mayorías sociales. Todo lo contrario. Es la
voluntad humana en acción, las mejores ideas y valores que de ella pueden
emanar, el verdadero motor de la Historia, y ésta ha transcurrido hasta ahora
en una dirección de progreso material y dignificación de la condición humana.
Bien es cierto que de modo muy desigual según las latitudes y las diversas
etapas y circunstancias históricas.
No
es menos cierto que esa voluntad humana se enfrenta y sufre hoy un sistema de
acumulación y concentración de poder fuera de todo control sin precedentes. Por
eso se nos anuncia el final de la Historia, lo inútil por imposible, dicen, de
pensar siquiera en un sistema alternativo; se nos amenaza, de intentarlo, con
que las condiciones de vida pueden empeorar sin límite porque los ejércitos de
empobrecidos son más abundantes que las poblaciones con algún nivel de
inserción e ingreso; desde las grandes plataformas mediáticas, soporte ideológico
del sistema y negocio fabuloso a la vez, se nos “educa” en una lógica que busca
que vivamos los valores de este capitalismo
como inherentes a los propios de la condición humana…
A
pesar de todos los pesares, se puede y se debe enfrentar este monstruo global.
Se trata de pensar, de actuar, de organizarse y construir sobre valores morales alternativos, los
nuestros de siempre, y con instrumentos
nuevos para la participación y confluencia de voluntades e ideas.
Sólo un par de premisas para cerrar este somero
examen sobre el capitalismo que hay e ir de lleno a la otra mitad de este
articulo:
No vamos a construir un sistema socio-económico
humano y racional sólo a base de repetir estérilmente jaculatorias
anticapitalistas. Pero tampoco va a ser posible ir muy allá, mucho menos
construir nada estable, viable y alternativo, ignorando la crudeza y
profundidad de este sistema
–objetivamente de dominación integral- o limitándose a esperar que este
capitalismo se dote por arte de magia de la piedad y la cordura que, según
sostienen algunos, fue perdiendo por el camino.
II. Economía Social y Solidaria: hacia
un proyecto alternativo
Descrito
“in extremis” el paisaje capitalista que hay y nos espera, quiero adentrarme en
un territorio, el de la Economía Social y Solidaria (ESS en lo sucesivo), que
considero, a riesgo de error una vez más, que reúne una gran realidad y una
gran potencialidad, en su doble vertiente defensiva y alternativa. Y que,
además, puede ser, me gustaría creerlo, un guion de trabajo estratégico a
corto, medio y largo plazo para un Movimiento Sindical al que no le sobra de
nada, más bien al contrario, y al que se la tiene jurada este capitalismo
global y ante el que no debieran haber muchos márgenes de complacencia.
Hablo
con conocimiento de la realidad y potencialidad de la ESS. No es una ocurrencia
por aquello de que algo hay que idear para zafarnos de esta crisis y de quien
la provoca y la usufructúa, ni propongo que descubramos juntos el Mediterráneo
a estas alturas. No es eso. Si me refiero a la ESS como una realidad es con
plena consciencia de su larga trayectoria histórica en tanto que material fundante,
en la primera mitad del siglo XIX, del propio Movimiento Obrero y Sindical. Y
si creo que tiene una gran potencialidad de futuro es porque el desarrollo
histórico de la ESS, a diferencia del capitalismo que nos ocupa, es muy
limitado todavía, si bien a lo largo de este siglo y medio transcurrido la ESS
ha conocido diversidad de evoluciones y protagonismos en multitud de latitudes
culturales, socio-políticas y económicas. Por su propia naturaleza, la ESS
supone una alternativa al capitalismo pero, también, una forma de propiedad y
actividad distinta a la propiedad pública del Estado y, muy especialmente,
cuando el Estado degeneró –y degenera- en una forma vulgar y opresiva de
capitalismo.
Insisto,
porque es la intencionalidad expresa de este artículo, en la citada
potencialidad de futuro de la ESS porque me interesa, sobre todo, destacar que
esa potencialidad puede ser, no pontifico, un valor añadido programático y
estratégico para el Movimiento Sindical en todas partes. Obviamente, para los
millones de personas, protagonistas naturales de la ESS , ese valor añadido y
esa voluntad de futuro se da cada vez con más fuerza y consciencia de su
importancia.
Por
razones de pura funcionalidad conceptual me importa destacar que el término ESS
no es univoco ni indiscutible. Hay nominaciones diversas para definir un sector
de composición inabarcable dada la infinidad de iniciativas y actividades que
acoge y promueve. Economía Social y Solidaria, ESS, me ha parecido el más
expresivo de ese lindo universo. Pero, en todo caso, lejos de discusiones
nominalistas, lo importante es identificar y estar de acuerdo con los
denominadores comunes, principios y valores que definen a la ESS y a quienes la
promueven y gestionan en todas partes. Ellos son:
·
Organización
democrática y participativa de las empresas, asociaciones y entidades
afectadas.
·
Principios de
igualdad y solidaridad en el régimen de propiedad y en la estructura de
retribuciones.
·
Reinversión de
los beneficios para el desarrollo y mejora de la actividad, del empleo,
cooperativo o no, del fondo de reserva y promoción, etc.
·
Principio de
rentabilidad y eficacia empresarial al servicio de la naturaleza y objetivos
sociales de la empresa o actividad en cuestión.
·
Ubicación de
proximidad local de las empresas y actividades, y vinculación estrecha de éstas
a la satisfacción de necesidades y aspiraciones socio-económicas.
No
hay que ser Einstein para darse cuenta que la mera declaración de principios de
la ESS es antitético e incompatible con el capitalismo, especialmente con éste
de fuerte carácter especulativo y financierista. Tampoco soy tan voluntarista
de pensar que la ESS será a corto y medio plazo el paisaje económico y social
alternativo a este capitalismo. Es todo más difícil y las correlaciones de
fuerza son las que son. Pero, en todo caso, jamás cambiará esa desfavorable correlación
si no se dispone de propuesta y proyecto histórico alternativo… y de la
voluntad de sacarlo adelante.
Un breve repaso a la realidad de la ESS
A
finales del pasado Octubre, se celebró en Barcelona la 1ª Feria de la Economía
Social en una antigua factoría textil –la Fabra y Coats- que resistió ser
demolida en beneficio de la especulación inmobiliaria y es hoy un excelente
espacio social para el uso y disfrute de la ciudadanía y de actividades de todo
tipo, siempre sin ánimo de lucro. Todo un signo.
En
esa 1ª Feria, en medio de un hermoso turbión de conferencias, debates,
talleres, exposiciones, casetas de entidades, etc., había paneles con datos de
la ESS a nivel mundial, europeo, español y catalán, así como otros datos
históricos sobre el origen y evolución de la ESS. Algunos datos muy sintéticos
nos dan una idea:
·
En
el mundo se calcula que son unos 900 millones de personas las que trabajan en
la ESS, es decir, que lo hacen en régimen cooperativo o sin relación de
dependencia salarial.
·
Se
calcula, a su vez, en unas 800.000 las empresas y entidades cooperativas que
contienen a esos 900 millones de personas.
·
La
cifra de personas ocupadas en la ESS resulta tan significativa –casi un 30% de
la fuerza de trabajo mundial- porque, muy probablemente, incluye a un número
considerable de personas de lo que hemos dado en llamar “economía informal” o
de subsistencia, sobre todo en África y Asia, y en menor medida en América
Latina, en muchos de cuyos países dicha “economía informal” supone un aporte
muy importante al PIB nacional, en algunos casos superior al 50% del mismo.
Estos últimos datos son muy difíciles de objetivar por la propia naturaleza e
informalidad de ese sector de la economía. En todo caso, ello no desmerece la
importancia global de la ESS pues la “economía informal” seria encuadrable en
ella.
·
A
nivel europeo, la implantación y desarrollo de la ESS es muy desigual y los
datos de conjunto no son ni abundantes ni especialmente rigurosos. En términos
absolutos no es exagerado afirmar que la ESS ocupa en la Unión Europea a casi
10 millones de personas, que vienen a
ser el 8% del total de la población activa y supone en torno al 7% del PIB de
la Unión.
·
La
implantación por países europeos de la ESS guarda mucha relación con factores
históricos y culturales pero, también y sobre todo, con realidades socio-económicas.
No es casualidad que sea en el sur de Europa donde la ESS tenga una presencia
más significativa. Es una latitud que se corresponde con un mayor déficit del
Estado de Bienestar, de la cohesión social y del desarrollo capitalista autóctono.
En la Europa del norte, singularmente en los países escandinavos la hegemonía
cultural y socio-política socialdemócrata, su fuerte determinación sobre la
configuración del Estado y las estructuras de producción y redistribución,
explica ese mucho menor desarrollo de la ESS.
·
No obstante, esa asimetría norte-sur aplicada a la
ESS en Europa no es mecanicista. En países como Bélgica o Francia tiene también
una significativa implantación la ESS. En el caso del primero, Bélgica, y es un
fenómeno casi único, la ESS y el Movimiento Sindical se interrelacionan desde
los orígenes comunes hasta hoy.
·
Destacar,
también, que está viva y activa la Red Intercontinental de Promoción de la Economía
Social y Solidaria (RIPESS-Europa). Celebró su último Congreso en Barcelona
hace algo más de un año. Si bien esta expresión asociativa, siendo importante, no es
la única lamentablemente. Por su propia naturaleza y diversidad la cohesión
asociativa y las estructuras de organización y coordinación en los distintos
planos no son todo lo unitarias e integradas que sería deseable.
·
Por
razones obvias de proximidad, información e intervención, y también porque la
ESS tiene aquí un muy importante espacio y un rol in crescendo a raíz de la
crisis, dedico un mayor espacio y detalle a describir el esperanzador fenómeno
de la ESS en España:
o Datos recientes
cifran en más de dos millones las personas ocupadas y en torno a unas 55.000 empresas y entidades. Con una
aportación al PIB cercana al 12%. En sí mismas, y en los tiempos que corren, se
trata de cifras, más que importantes, impresionantes.
o Como dato
cualitativo, otro más, anoten que el 80% del empleo en la ESS es indefinido y
estable. Un dato muy importante en un país que, junto a la angustia de una tasa
de desempleo superior al 25%, sufre que apenas un 1% del escasísimo empleo que
se crea sea indefinido.
o Junto al dato
anterior, añádase que la ESS no destruye empleo, ni de lejos, en la medida
compulsiva y dramática que lo viene haciendo la economía privada y la pública;
casi 4 millones de desempleados en poco más de 4 años. Una demolición más que
una crisis.
o Es más, la ESS
crea empleo a pesar del fragor de la crisis con una cadencia sostenida, en
términos comparativos, claro, mucho mayor que el sector privado o público.
o Creo resaltable
que el parlamento español, en el año 2011, aprobó por unanimidad de todos los
grupos políticos representados –algo insólito- la Ley de Economía Social, un
marco jurídico común a todas las experiencias y realidades de la ESS para
apoyar su reconocimiento, visibilidad y prestigio.
o Asimismo, me
parece interesante reparar en la distribución territorial de la ESS. Tres
Comunidades Autónomas, Catalunya, País Vasco y Andalucía, agrupan el 50% de
empresas y entidades del conjunto de España.
o En los dos
primeros casos, Catalunya y País Vasco, se evidencia un axioma: El valor de
proximidad y localización inherente a la ESS y correlativo, por lo tanto, con
el fuerte sentimiento identitario y autonomista –independentista, incluso- de
estas dos nacionalidades históricas.
o En el caso de Andalucía
habría factores para explicarlo como el enorme tamaño territorial de esta
Comunidad Autónoma. Pero también los factores identitarios y de fuerte
sentimiento autonomista le serian aplicables, pues los incorporó, con mucha
fuerza y a pulmón, en el proceso de transición democrática, 1976-1979, hasta
ganar un Estatuto de Autonomía de primera clase. Me limito a comentar lo que ocurrió;
cosa distinta seria discutir si aquel logro andaluz fue una buena contribución
histórica a la articulación territorial
de España, o un puro efecto mimético respecto a Catalunya y País Vasco pese a ser
éstas realidades y trayectorias ampliamente diferenciadas. Pero no es este el
ámbito de esa discusión.
·
Algún
caso emblemático para ilustrar la importancia de la ESS a la que me vengo
refiriendo:
-
Grupo Mondragón: ubicado en el
interior del País Vasco, está considerada la cooperativa más grande del mundo.
Con 100 empresas que ocupan unos 90.000 trabajadores, la inmensa mayoría socios
cooperativos. Tiene su propia Universidad, con 7.000 alumnos, al objeto de
promover la cultura, filosofía y gestión cooperativa. La Universidad funciona también en régimen
cooperativo. El Grupo Mondragón
incluye una gran diversidad de actividades sectoriales.
Destacamos EROSKI, un complejo de distribución comercial–alimentaria, sobre
todo- con cientos de centros en toda España. Ocupa unas 45.000 personas,
prácticamente todos socios, con un proyecto de integrar también a los
consumidores en esta lógica cooperativa. El Consejo de Dirección lo componen
500 miembros representando a partes iguales a trabajadores y consumidores de EROSKI.
Otro emblema del Grupo Mondragón es FAGOR,
empresa líder en el sector del electrodoméstico. El año pasado, en pleno azote
de la crisis, una Asamblea de 2.500 socios-trabajadores aprobó duros ajustes en
diversas materias –salarios, producción, horarios, jubilaciones, etc- para
evitar despidos. Tómese buena nota.
El Grupo
Mondragón tiene su propio instrumento financiero, la Caja Laboral Popular; tal vez la entidad más decente y
racionalizada de todas, ajena por completo a las prácticas especulativas y
delictivas tan al uso en el estallido de la crisis y en su dura evolución.
En el otro extremo, un breve comentario
sobre un sector de la economía social por el que tengo un especial cariño y
admiración por razones personales que no hacen ahora al caso. Me refiero al de
las empresas, talleres, asociaciones
familiares, etc…, que dan empleo y amparan de diversas formas personas con
discapacidades físicas o intelectuales (en algunos países latinoamericanos
utilizan la expresión “personas con capacidades diferenciadas”; me gusta más).
Este sector de la ESS sólo en Cataluña, agrupa a unas 20.000 personas y a unas
75.000 en el ámbito de toda España. Esta cifra no incluye a la ONCE (Organización Nacional de Ciegos
de España) porque no es mecánicamente encuadrable en el universo de la ESS; se
trata de una sociedad limitada sin ánimo de lucro. En todo caso, me parece de
un grandísimo valor moral y social el esfuerzo de las entidades en defensa de
la discapacidad pues es uno de los grupos humanos más indefensos ante los
brutales recortes del gasto social que practican los gobiernos de derechas, en
Cataluña y en España.
Por último, cómo obviar el peso de la
ESS en el sector primario de nuestra economía,
es decir, en el ámbito agro-pecuario.
En zonas como Andalucía, la ESS es parte importante de la propiedad,
gestión, transformación y comercialización del sector olivarero, uno de los
puntales de la región. En Catalunya, el potente movimiento cooperativo tiene su
origen en la segunda mitad del siglo XIX en sectores tan importantes como el
del vino y el del aceite, con especial fuerza en las comarcas de Tarragona, y
con sedes centrales de las cooperativas que son auténticas maravillas
arquitectónicas obra de los mismos artistas que hicieron de Barcelona, a
finales del XIX, un escaparate universal de esa bellísima arquitectura
modernista. En la actualidad, seguimos en Cataluña, el sector de la agricultura
y las producciones ecológicas es uno de los más expansivos y prospero de la
ESS.
El valor, originario y en expansión, de
la ESS
La
ESS es un universo y, al igual que el otro, infinito, conteniéndolo todo, y en
expansión permanente. Quiero decir con esto, en primer lugar, que no hay
ninguna actividad humana, creativa y laboriosa, que no esté ya incluida bajo el
concepto de ESS. Ninguna. Desde las más sofisticadas –producción y comercialización de energía,
limpia y sostenible, por supuesto- hasta las más sencillas y entrañables –la asociación
de algunos autónomos o desempleados para salir adelante, o los talleres y
empresas para dar trabajo y autoestima a personas discapacitadas, como dijimos-
hasta el ámbito financiero convencional.
Este universo de la ESS, en segundo lugar, está en
expansión permanente por dos razones centrales: 1) Porque la creatividad y la
capacidad humana de idear actividades, proyectarlas y compartirlas a partir de
necesidades y aspiraciones a satisfacer, es infinita. Mucho más si éstas se
motorizan sobre impulsos de cooperación y solidaridad y no de lucro privado,
dominación y apropiación del trabajo de otros. 2) Porque la actual crisis
–insisto en calificarla más bien como el rostro del capitalismo de hoy- impulsa
y abre los horizontes de la ESS en la doble vertiente, defensiva y alternativa.
Defensiva
para recomponer de forma humana los restos socio-económicos de este naufragio.
Es un hecho verificable que, pese a la crisis y por efecto de ella precisamente,
la ESS crece y es una excelente propuesta para combatir el doble riesgo de la
resignación o la desesperación cuando destruyen nuestras empresas y puestos de
trabajo. Eso se concreta en mil formas e iniciativas a base de invertir en
ellas las indemnizaciones por despido, los subsidios de desempleo, los
ahorrillos donde los haya, o recuperar empresas abandonadas o destruidas por la
torpeza de gestión, la rapiña empresarial, el mercado…
En
cuanto a la dimensión alternativa de la ESS, ésta crece, de forma más o menos
consciente, en base a una línea de pensamiento que crece, a su vez, sobre la
certeza de que este capitalismo improductivo, fundamentalista y estéril, genera
y generará cada vez más atropellos y destrozos en cuantía muy superior a los
problemas que resuelve o a las esperanzas que suscita. Y es lógico, necesario y
urgente, que busquemos otros materiales éticos y una metodología racional, otro
sentido de la eficiencia y la sostenibilidad económica y financiera, otra
mirada social y política de conjunto… Ahí radica la enorme potencialidad alternativa
de la ESS al capitalismo que nos ocupa.
Abundando
un poco más en esto último, la ESS, como el Movimiento Obrero y Sindical, la
izquierda política y social, las doctrinas social-cristianas es un efecto del
capitalismo, y a caballo de sus embestidas –o crisis- históricas, la ESS ha
conocido momentos de especial impulso y vigencia. Eso es así desde la época
fundacional del capitalismo, y va para dos siglos. Y aquí hay una señal de
especial interés para el Movimiento Sindical, tan reticente en demasiadas
ocasiones a la ESS. En el origen del capitalismo, un momento de embestida por
excelencia, la clase obrera y los sectores populares, abrumadoras mayorías
entonces, generaron la función antes que los órganos. Es decir, por imperativos
defensivos y de supervivencia elemental, porque la explotación era salvaje,
empezando por los niños (¿nada que ver con el paisaje planetario del
capitalismo de hoy?) la clase obrera y el pueblo generaron prácticas y culturas
solidarias a vida para zafarse de la muerte. Era todo muy espontáneo y primitivo,
muy magmatico, pero muy hermoso en cuanto que, en escenarios invivibles de
explotación y sometimiento, afloró lo mejor de la condición humana en forma de
prácticas solidarias y apoyo mutuo en terrenos vitales como la alimentación,
los medicamentos, la atención a los niños, la mortalidad laboral, las mil
situaciones de desamparo e infortunio de viejos y mujeres, la búsqueda del
conocimiento y la dignidad básica en un océano obrero de analfabetismo
impuesto, la defensa heroica del valor de la gente del Trabajo, única fuente
tangible de riqueza y de progreso… De aquella grandeza, del sacrificio y la lucha de generaciones de
la clase obrera, anónimos artífices del proceso histórico, proviene todo. Todo.
Los sistemas de seguridad y protección social, el mutualismo cooperativo, las
cajas de resistencia y solidaridad, los sindicatos después, el Estado Social
donde lo ha habido (no utilizo prácticamente nunca el concepto “estado de
bienestar”), y gravemente hostigado hoy por esta embestida del capitalismo. En
el Movimiento Sindical y en otros ámbitos de la lucha y la organización social
y política, todo el mundo sin excepción debiera conocer de aquella grandeza y
sacrificios, nadie debiera olvidarlos y, mucho menos, despreciarlos por
“antiguos”. O nos reconocemos hijos y
herederos de esa hermosa tradición solidaria y liberadora o no seremos casi
nada; apenas una luz que viaja a ninguna parte procedente de una estrella ya
apagada…
Cerrando
este último y larguísimo paréntesis, añadir que en España, y singularmente en
Cataluña, esa relación entre embestidas del capitalismo y flujo ascendente de
la ESS, se ha confirmado casi mecánicamente: segunda mitad del siglo XIX;
momentos prefundacionales del Movimiento Obrero y Sindical organizado; crisis de los años 30 del siglo XX y marea
republicana y revolucionaria que aplastó Franco en nombre de la caverna de la
época; arranque de los 70, crisis del petróleo,
y efervescencia predemocrática; embestida de fondo de finales del siglo
XX e inicios del siglo XXI, aunque no se identificara formalmente como crisis
hasta hace 4 ó 5 años.
Sindicalismo y ESS: necesidad de una
convergencia estratégica
Debo
concluir y es lógico que lo haga con algunos comentarios sobre la relación
entre Sindicalismo y ESS. En todo caso, este artículo quiere ser un diálogo
entre sindicalistas y sobre una materia, la ESS, que nos es históricamente muy
próxima.
Es
cierto que no todas las corrientes del sindicalismo han tenido el mismo aprecio
por la ESS. Las inspiradas en el marxismo -socialdemócratas o comunistas- han
primado siempre el rol del Estado por encima de las iniciativas de signo
cooperativo y autogestionario. Así, la corriente socialdemócrata o reformista
sostuvo que el Estado democrático es un corrector de las tropelías del
capitalismo. La globalización y la última embestida histórica a la que me
referí, han debilitado este modelo y, de paso, provocado la mayor crisis de
perspectiva de la socialdemocracia. En la corriente comunista o revolucionaria,
el Estado es instrumento imprescindible para construir el socialismo
“científico”. El fracaso estrepitoso de la URSS y su mutación, junto con China,
al capitalismo salvaje, hacen añicos esta doctrina del Estado y el socialismo
totalitarios.
Por
el contrario, las corrientes sindicales de inspiración social-cristiana y
anarco-sindicalista, siempre han tenido –o hemos, más bien- una mayor
proximidad e implicación con la ESS. Ello tiene que ver, en ambos casos, con un
acervo humanista que privilegia la persona humana, su libertad, dignidad e
iniciativa, como fundamento del Estado y no como subsidiaria de éste. Prueba de
esa vinculación estrecha de las corrientes sindicales cristianas y libertaria
con la ESS, sería la magnífica extensión de las colectividades agrarias e
industriales por parte de la CNT en plena guerra civil española –un fenómeno de
alcance e interés mundial más allá de errores y excesos y del resultado final
determinado por la derrota en la guerra- o la esplendida tradición y realidad
de hoy que supone en esta materia el MOC (Movimiento Obrero Cristiano) y su
buque-insignia, la Confederación de Sindicatos Cristianos (CSC), en Bélgica.
En
la etapa previa a la unidad sindical internacional, la CMT y sus regionales más
dinámicas –CLAT, ODSTA- incorporaban la ESS como parte fundamental de la
identidad y acción de nuestra concepción sindical, más fundada en la lógica del
Movimiento de Trabajadores de toda clase y condición, unidos por el nexo de la
solidaridad, que en la del sindicalismo como agrupación de trabajadores
asalariados.
Felizmente,
la CSI supone un inmenso espacio de encuentro unitario del pluralismo sindical
histórico, y la Declaración de Principios y Objetivos que aprobó el Congreso
Fundacional en Viena (noviembre 2006), incorporó el amplio espacio de la ESS
como parte también del quehacer de la CSI y sus organizaciones. Por supuesto,
la CSA, y las demás regionales de la CSI, asumen e integran en sus programas la
ESS.
En
el caso de la USO, modestamente, siempre se mantuvo una actitud de interés,
cooperación, intercambio, etc., con organizaciones representativas de la ESS,
confesionales y laicas. En 1991, el 6º Congreso Confederal aprobó una
actualización de fondo de la Declaración de Principios y Objetivos de la USO,
incorporando la ESS como uno de los pilares de nuestras sociedades junto al
sector privado y el público. Han sido numerosas las actividades de formación,
estudio, investigación, etc., sobre la relación Sindicalismo-ESS. Destaco un
importante Seminario Internacional celebrado a finales de 1999, sobre “Economía
Social y Sindicalismo”, que reunió a representantes de España y de varios
países europeos (Bélgica, Francia, Italia, Portugal). Dirigido por Jordi
Estivill, una autoridad en la materia a nivel catalán, español e internacional,
el Seminario contó también con la aportación destacada de Eugenio Royo
(q.e.p.d.) fundador de la USO a finales de los 50 y vinculado al Grupo Mondragon a lo largo de su vida.
De este Seminario Internacional dimos cuenta literal en el número 27 de EL PROYECTO, la revista de cuadros de la USO.
En
sus casi 20 años de historia, SOTERMUN, la ONG promovida por la USO, hemos
realizado un numero notable de actividades de todo tipo en apoyo de
trabajadores –trabajadoras, sobre todo- de la economía social o informal en
países empobrecidos.
Y
sin embargo, prevalecen notables niveles de incomunicación y recelo entre el
Sindicalismo y la ESS. Lo habitual es que el primero acuse a la segunda de
actitud y actividad asistencial en beneficio del capitalismo y en detrimento de
la solvencia que debe tener el Estado Social. La ESS, a su vez, acusa al
sindicalismo de inoperancia, falta de imaginación y flexibilidad ante los
nuevos retos, al tiempo que afirma su rol como puntal del Estado Social y como propuesta
alternativa al capitalismo.
De
estos recelos y desencuentros da idea el hecho de que en la 1ª Feria de la
Economía Social, celebrada en Barcelona el pasado Octubre, a la que me referí
antes, no había presencia de ningún sindicato, ni grande ni chico. Tampoco de
ningún partido. Me parecieron tan sorprendentes esas ausencias en evento de
tanta importancia, que le planteé la cuestión a una personalidad muy relevante
de la ESS, en Cataluña y fuera de ella; Jordi Estivill, exactamente. Su
razonamiento fue altamente expresivo de lo que digo: “Partidos y sindicatos no han manifestado ningún interés en participar
en esta 1ª Feria de la ESS. De haberse interesado en ser invitados les
hubiéramos exigido que fijen sus posiciones ante la ESS porque aún no lo han
hecho en ningún sentido…”.
Si
de lo que se trata es de construir en todas partes una sociedad justa y
solidaria, es evidente que ésta no puede tener como fundamento excluyente el
capitalismo. Sería un contrasentido absurdo. Y ahí está la gran chance de la
ESS por cuanto es un proyecto alternativo, no solo en lo socio-económico;
también en lo antropológico, es decir, en orden a los valores éticos,
largamente tratados, que ella entraña.
Por
todo ello, el Sindicalismo, a escala nacional y global, tiene la obligación de
incluir realmente en su agenda a la ESS. Ello exige conocerla, crear puentes,
compartir algunas experiencias activas, promoverlas directamente los sindicatos,
etc.
Pero
bueno, no es más que una opinión. Que se expresen otras.
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(*)
militante de USO y SOTERMUN de España