Confederación Europea
de Sindicatos (CES):
¿la crisis de los 40?
Manuel Zaguirre *
El
pasado 28 de enero 2013 se celebró en Madrid una conferencia conmemorativa del
40º aniversario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES). Bajo el slogan
“celebrar el pasado mirando al futuro”, que no es precisamente un dechado de
creatividad, la conferencia buscaba emitir una exigencia de cambio en las
políticas ultraliberales en boga en la Unión Europea, y hacerlo precisamente en
el país, España, donde esas políticas están provocando tasas de paro y de
sufrimiento social insoportables para los españoles y que, incluso, empiezan a
alarmar en toda Europa por aquello de las barbas del vecino…
La
conferencia, que espero no sea el acto central de este 40º aniversario de la
CES pues sería muy poquita celebración, contó con la presencia estelar de un
vicepresidente y un comisario de la Unión, y del presidente del Parlamento
Europeo. Con especial vehemencia este último manifestó su vergüenza por la
altísima tasa de paro juvenil que sufre España. Los otros, en tono más
moderado, también se hicieron algún rasguño de vestidura por el drama social y
humano que padecemos aquí. Siempre se agradecen, y recompensan con aplausos,
este tipo de declaraciones “ex catedra” ante un auditorio de atildados y
modosos sindicalistas europeos y, claro, españoles también.
No
obstante, se agradecerían mucho más iniciativas más comprometidas y
consecuentes con el desastre social que padece España y los demás países del
sur de Europa y que, de no atajarse y resolverse, llegará también al resto de
la Unión. Por ejemplo: no recordamos que el presidente del Parlamento Europeo
haya promovido nunca una declaración por la que dicho Parlamento manifieste su
“vergüenza” por las causas y los efectos del paro juvenil y otras lacras que
padece nuestro país. Ni recordamos que se haya dirigido nunca a la señora
Merkel, alemana como él, para afearle su conducta, egoísmo e insolidaridad,
pues la austeridad impuesta a los países del sur es la causa central de que nos
esté golpeando tan injustamente el desempleo masivo, el empobrecimiento
acelerado, la especulación financiera y el delito fiscal a gran escala. Al
mismo tiempo que Alemania cobra intereses por emitir deuda y se lleva a precio
de saldo a decenas de miles de nuestros jóvenes ingenieros y técnicos
superiores. Qué ocasión se le escapó al presidente del Parlamento Europeo de hablar
de todo esto y señalar con el dedo las políticas y los políticos que son los
culpables de su “vergüenza” por nuestro casi 60% de desempleo juvenil…
En
cuanto a los otros macro-mandatarios europeos que expresaron en la conferencia
su malestar por nuestro dolor, su inconsecuencia es mayor aún. El
vicepresidente y comisario de economía de la Unión es un señor finlandés y
tampoco nos consta declaración o lamento alguno por el alto precio social y
humano que estamos pagando en España la clase trabajadora y los sectores
populares más vulnerables por errores y delitos que nunca cometimos. Y esto no
es baladí pues Finlandia es muy probablemente el país donde las campañas contra
los países y los ciudadanos europeos del sur son más furibundas e, incluso,
racistas, pintándonos como recuas de holgazanes que nos la pasamos bebiendo,
cantando, comiendo y fornicando al sol a cuenta de los subsidios europeos… No
nos consta que el señor Olli Rehn haya salido al paso contra esas campañas en
su país. Aquí lo que sí hizo, una vez se apagaron los focos de la conferencia sindical, es ir a
apretarle las clavijas del déficit y la austeridad a los sumisos
mandatarios españoles. Por cierto, apriete de clavijas el mismo día que
llegaban a Madrid “los hombres de negro” a hacer lo propio pero de manera más
discreta, sin focos mediáticos y con la arrogancia grosera, eso sí, de quienes
saben que se dirigen a un gobierno dócil, el español.
Lamentablemente,
una vez abandonaron la escena los citados prohombres europeos la conferencia
conmemorativa del 40º aniversario de la CES se evaporó. Es más, se diría que la
propia conferencia era la percha sobre la que colgar la proyección mediática de
dichos prohombres las pocas horas que estuvieron en España. Digo esto porque me
gustaría pensar, ojalá que no en vano,
que una conferencia como esa debió abordar un examen mínimo de la institución
que era objeto de la conmemoración de su madurez, de sus 40 años cumplidos. Doy
por supuesto, ironías aparte, que ese examen autocrítico no pudo hacerlo la CES
reunida en Madrid unas pocas horas en una conferencia volcada al exterior más
que al interno. Doy por supuesto, también, que ese ejercicio de revisión
crítica estará previsto en forma amplia y múltiple.
Enfatizo
esto último porque en los años que fui miembro de su comité ejecutivo -2005 a
2009- pude verificar las insuficiencias e inconclusiones que afectan a la CES,
en cierto modo, aunque salvada la distancia, claro, las mismas que afectan a la
propia Unión Europea. Se centralizan, en
mi opinión, en una de las que emanan las demás:
· La CES no es todavía una auténtica confederación sindical
en el sentido de la soberanía, autonomía y capacidad contractual y conflictual
que caracteriza a las confederaciones sindicales de ámbito nacional. Es una
coordinadora supranacional, un espacio de encuentro, de elaboración común, de
acción incluso, de varias decenas de confederaciones nacionales de países
europeos, la mayor parte de ellos miembros de la Unión y de su zona monetaria
común. Confederaciones nacionales que se reservan la soberanía y no hacen
cesión de la misma ni en el plano estratégico, financiero o programático al
recipiente supranacional común, a la CES en el caso que nos ocupa.
Se
dirá, con razón, que esa no cesión de soberanía de las organizaciones
nacionales asociadas es característica de todas las organizaciones supranacionales o internacionales, habida
cuenta la diversidad y contradicciones, incluso, de las realidades que debe
agrupar y representar una organización internacional.
Pero
ese dato genérico no rige para el caso de la CES, pues ésta nace en 1973 con
una voluntad explícita de superar las distintas corrientes y estructuras del
sindicalismo internacional presentes en aquella Europa, y darle a ésta un
fuerte impulso de cohesión social y fiscal, de desarrollo sostenible, de
integración profunda, en suma, en la que el protagonismo de la mayoría social
trabajadora fuera determinante. Es decir, la ansiada, y lejana aún, Europa
Social y Solidaria.
Y
así ha sido en el transcurso de estos 40 años; años que han conocido cambios y
desarrollos imprevisibles en Europa en el 73 a causa de la caída del muro y la
nueva configuración europea y mundial derivada de esa caída.
La
CES ha jugado siempre ese rol de impulso y avanzada por una integración europea
digna de tal nombre, muy especialmente en la etapa del liderazgo de Emilio
Gabaglio (1991-2003), un sindicalista sureño de raza que echó la CES a las
calles de Europa sin dejar de pelear para que fuera escuchada y tenida en
cuenta en los despachos institucionales. La lucidez y el dinamismo que Gabaglio
imprimió a la CES alcanzó hasta para que ésta hiciera una contribución
decisiva, en lógica con su naturaleza unitaria y pluralista, al logro de la
unidad sindical mundial, que se materializó con la fundación de la
Confederación Sindical Internacional (CSI) en noviembre del 2006. Bien es
cierto que, por esas cosas de la diplomacia sindical internacional que la razón
común no entiende, la CES como tal nunca fue miembro de la CSI. Pero bueno,
todo se andará.
No
obstante, tanta luz nunca deslumbró a Gabaglio y a su equipo de dirección que
se desgañitaban reclamando una cesión de soberanía de las confederaciones
nacionales a la CES y un mayor compromiso financiero al servicio de su
autonomía en coherencia con esa soberanía.
El
paisaje desolador que presenta hoy la Unión Europea de fractura e insolidaridad
interna, de ascenso inquietante de nacionalismos de todo pelaje, de hegemonía
del ultraliberalismo y la especulación financiera, es en buena medida
consecuencia de que el poder sindical, el poder organizado, activo y solidario
de las clases trabajadoras europeas no alcanzó aún como para culminar la Europa
Social y Solidaria, expresión máxima del proyecto de integración iniciado hace
más de 50 años con el Tratado de Roma. Al mismo tiempo, la inconclusión
socio-política, institucional, federativa, democrática en suma, de la Unión
Europea, es la causa última de que la CES no haya culminado aún su desarrollo
histórico, su plenitud como instrumento de poder de las clases trabajadoras y
los sectores populares de la Unión.
Este
es el nudo gordiano, la interrelación dialéctica de impotencias e
inconclusiones entre la CES y la UE. Abordarlas para desanudarlas y avanzar en
la única dirección válida, la construcción de la Europa Social y Solidaria,
seguirá siendo el reto y el ejercicio ineludible de este 40º aniversario de
nuestra CES. Espero volver sobre ello con algo más de espacio y tiempo.
De
momento, la CES convoca una nueva tanda de movilizaciones para los próximos 13
y 14 de marzo. Movilizaciones que, obviamente, una vez más, serán
asimétricas según los países, y en los
países mismos que las realicen. Pero que, en todo caso, son el único camino
posible con independencia de los resultados visibles a corto plazo.
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* Militante
de USO y SOTERMUN
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