viernes, 5 de abril de 2013

CONFEDERACION EUROPEA DE SINDICATOS (CES): ¿LA CRISIS DE LOS 40?





Confederación Europea de Sindicatos (CES):
¿la crisis de los 40?


Manuel Zaguirre *



El pasado 28 de enero 2013 se celebró en Madrid una conferencia conmemorativa del 40º aniversario de la Confederación Europea de Sindicatos (CES). Bajo el slogan “celebrar el pasado mirando al futuro”, que no es precisamente un dechado de creatividad, la conferencia buscaba emitir una exigencia de cambio en las políticas ultraliberales en boga en la Unión Europea, y hacerlo precisamente en el país, España, donde esas políticas están provocando tasas de paro y de sufrimiento social insoportables para los españoles y que, incluso, empiezan a alarmar en toda Europa por aquello de las barbas del vecino…

La conferencia, que espero no sea el acto central de este 40º aniversario de la CES pues sería muy poquita celebración, contó con la presencia estelar de un vicepresidente y un comisario de la Unión, y del presidente del Parlamento Europeo. Con especial vehemencia este último manifestó su vergüenza por la altísima tasa de paro juvenil que sufre España. Los otros, en tono más moderado, también se hicieron algún rasguño de vestidura por el drama social y humano que padecemos aquí. Siempre se agradecen, y recompensan con aplausos, este tipo de declaraciones “ex catedra” ante un auditorio de atildados y modosos sindicalistas europeos y, claro, españoles también.

No obstante, se agradecerían mucho más iniciativas más comprometidas y consecuentes con el desastre social que padece España y los demás países del sur de Europa y que, de no atajarse y resolverse, llegará también al resto de la Unión. Por ejemplo: no recordamos que el presidente del Parlamento Europeo haya promovido nunca una declaración por la que dicho Parlamento manifieste su “vergüenza” por las causas y los efectos del paro juvenil y otras lacras que padece nuestro país. Ni recordamos que se haya dirigido nunca a la señora Merkel, alemana como él, para afearle su conducta, egoísmo e insolidaridad, pues la austeridad impuesta a los países del sur es la causa central de que nos esté golpeando tan injustamente el desempleo masivo, el empobrecimiento acelerado, la especulación financiera y el delito fiscal a gran escala. Al mismo tiempo que Alemania cobra intereses por emitir deuda y se lleva a precio de saldo a decenas de miles de nuestros jóvenes ingenieros y técnicos superiores. Qué ocasión se le escapó al presidente del Parlamento Europeo de hablar de todo esto y señalar con el dedo las políticas y los políticos que son los culpables de su “vergüenza” por nuestro casi 60% de desempleo juvenil…



En cuanto a los otros macro-mandatarios europeos que expresaron en la conferencia su malestar por nuestro dolor, su inconsecuencia es mayor aún. El vicepresidente y comisario de economía de la Unión es un señor finlandés y tampoco nos consta declaración o lamento alguno por el alto precio social y humano que estamos pagando en España la clase trabajadora y los sectores populares más vulnerables por errores y delitos que nunca cometimos. Y esto no es baladí pues Finlandia es muy probablemente el país donde las campañas contra los países y los ciudadanos europeos del sur son más furibundas e, incluso, racistas, pintándonos como recuas de holgazanes que nos la pasamos bebiendo, cantando, comiendo y fornicando al sol a cuenta de los subsidios europeos… No nos consta que el señor Olli Rehn haya salido al paso contra esas campañas en su país. Aquí lo que sí hizo, una vez se apagaron  los focos de la conferencia sindical, es ir a apretarle las clavijas del déficit y la austeridad  a los sumisos  mandatarios españoles. Por cierto, apriete de clavijas el mismo día que llegaban a Madrid “los hombres de negro” a hacer lo propio pero de manera más discreta, sin focos mediáticos y con la arrogancia grosera, eso sí, de quienes saben que se dirigen a un gobierno dócil, el español.

Lamentablemente, una vez abandonaron la escena los citados prohombres europeos la conferencia conmemorativa del 40º aniversario de la CES se evaporó. Es más, se diría que la propia conferencia era la percha sobre la que colgar la proyección mediática de dichos prohombres las pocas horas que estuvieron en España. Digo esto porque me gustaría  pensar, ojalá que no en vano, que una conferencia como esa debió abordar un examen mínimo de la institución que era objeto de la conmemoración de su madurez, de sus 40 años cumplidos. Doy por supuesto, ironías aparte, que ese examen autocrítico no pudo hacerlo la CES reunida en Madrid unas pocas horas en una conferencia volcada al exterior más que al interno. Doy por supuesto, también, que ese ejercicio de revisión crítica estará previsto en forma amplia y múltiple.

Enfatizo esto último porque en los años que fui miembro de su comité ejecutivo -2005 a 2009- pude verificar las insuficiencias e inconclusiones que afectan a la CES, en cierto modo, aunque salvada la distancia, claro, las mismas que afectan a la propia Unión Europea.  Se centralizan, en mi opinión, en una de las que emanan las demás:

·     La CES no es todavía una auténtica confederación sindical en el sentido de la soberanía, autonomía y capacidad contractual y conflictual que caracteriza a las confederaciones sindicales de ámbito nacional. Es una coordinadora supranacional, un espacio de encuentro, de elaboración común, de acción incluso, de varias decenas de confederaciones nacionales de países europeos, la mayor parte de ellos miembros de la Unión y de su zona monetaria común. Confederaciones nacionales que se reservan la soberanía y no hacen cesión de la misma ni en el plano estratégico, financiero o programático al recipiente supranacional común, a la CES en el caso que nos ocupa.


Se dirá, con razón, que esa no cesión de soberanía de las organizaciones nacionales asociadas es característica de todas las organizaciones  supranacionales o internacionales, habida cuenta la diversidad y contradicciones, incluso, de las realidades que debe agrupar y representar una organización internacional.

Pero ese dato genérico no rige para el caso de la CES, pues ésta nace en 1973 con una voluntad explícita de superar las distintas corrientes y estructuras del sindicalismo internacional presentes en aquella Europa, y darle a ésta un fuerte impulso de cohesión social y fiscal, de desarrollo sostenible, de integración profunda, en suma, en la que el protagonismo de la mayoría social trabajadora fuera determinante. Es decir, la ansiada, y lejana aún, Europa Social y Solidaria.

Y así ha sido en el transcurso de estos 40 años; años que han conocido cambios y desarrollos imprevisibles en Europa en el 73 a causa de la caída del muro y la nueva configuración europea y mundial derivada de esa caída.

La CES ha jugado siempre ese rol de impulso y avanzada por una integración europea digna de tal nombre, muy especialmente en la etapa del liderazgo de Emilio Gabaglio (1991-2003), un sindicalista sureño de raza que echó la CES a las calles de Europa sin dejar de pelear para que fuera escuchada y tenida en cuenta en los despachos institucionales. La lucidez y el dinamismo que Gabaglio imprimió a la CES alcanzó hasta para que ésta hiciera una contribución decisiva, en lógica con su naturaleza unitaria y pluralista, al logro de la unidad sindical mundial, que se materializó con la fundación de la Confederación Sindical Internacional (CSI) en noviembre del 2006. Bien es cierto que, por esas cosas de la diplomacia sindical internacional que la razón común no entiende, la CES como tal nunca fue miembro de la CSI. Pero bueno, todo se andará.

No obstante, tanta luz nunca deslumbró a Gabaglio y a su equipo de dirección que se desgañitaban reclamando una cesión de soberanía de las confederaciones nacionales a la CES y un mayor compromiso financiero al servicio de su autonomía en coherencia con esa soberanía.

El paisaje desolador que presenta hoy la Unión Europea de fractura e insolidaridad interna, de ascenso inquietante de nacionalismos de todo pelaje, de hegemonía del ultraliberalismo y la especulación financiera, es en buena medida consecuencia de que el poder sindical, el poder organizado, activo y solidario de las clases trabajadoras europeas no alcanzó aún como para culminar la Europa Social y Solidaria, expresión máxima del proyecto de integración iniciado hace más de 50 años con el Tratado de Roma. Al mismo tiempo, la inconclusión socio-política, institucional, federativa, democrática en suma, de la Unión Europea, es la causa última de que la CES no haya culminado aún su desarrollo histórico, su plenitud como instrumento de poder de las clases trabajadoras y los sectores populares de la Unión.



Este es el nudo gordiano, la interrelación dialéctica de impotencias e inconclusiones entre la CES y la UE. Abordarlas para desanudarlas y avanzar en la única dirección válida, la construcción de la Europa Social y Solidaria, seguirá siendo el reto y el ejercicio ineludible de este 40º aniversario de nuestra CES. Espero volver sobre ello con algo más de espacio y tiempo.

De momento, la CES convoca una nueva tanda de movilizaciones para los próximos 13 y 14 de marzo. Movilizaciones que, obviamente, una vez más, serán asimétricas  según los países, y en los países mismos que las realicen. Pero que, en todo caso, son el único camino posible con independencia de los resultados visibles a corto plazo.








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* Militante de USO y SOTERMUN

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