jueves, 29 de agosto de 2019

Y EL TRONCO SIENTE EL DOLOR ...

Si el ciruelo casi centenario del huerto hubiera podido hablar me hubiera dicho la última vez que lo ví, hace ahora un año, que estaba en los últimos estertores en forma de algunas hojillas verdes y alguna ciruela, caricatura triste de aquellas claudias amarillas como puños a las que llegabas sin encaramarte apenas. Mis padres sostenían que aquel árbol, el ciruelo por excelencia, podía llegar a dar hasta 500 kilos en sus años más gloriosos, en aquellos veranos frescos de Soledades en los que las tardes-noches del huerto se llenaban de voces, chascarrillos, risas, música en vivo ... Muchas mañanas, mi madre encontraba al abrir la puerta de la casa que da al huerto un pollo o un conejo, ya pelados, o unos kilos de papas o tomates. Era un trueque espontáneo de vecinas y amigos que se habían llevado un cubo o una espuerta de ciruelas.

En efecto, del ciruelo ya no queda ningún vestigio de vida, ninguno. Se fué para siempre. Y es una sensación de desasosiego grande ver como va muriendo un árbol que te dió sombra, fruta dulcísima y broncas de tu madre  por subirte a él acechando un nido, cuando eras tan niño que ni habías emigrado aún a Catalunya.

Pero no hay mal que por bien no venga. Y el otro día se presentó en el huerto mi amigo Juan Perete, un fenómeno, con un bizcocho de bienvenida recién horneado. Me dice que no me preocupe, que a ciruelo muerto ciruelo puesto, que en primavera arrancaremos el centenario, se hará leña de lo que queda de él, plantará un almendro en su lugar, cuando transcurra un año ese almendro será injertado por Juan y en la primavera del 2021 nacerá un nuevo ciruelo a imagen y semejanza del que ha muerto. Así será, palabra de Juan Perete, y no pregunten por qué ni cómo un almendro deviene ciruelo; milagros de de naturaleza y de la vida.

Evocando a nuestro Machado y a su olmo seco, ojalá la vida me conceda prórroga para probar las ciruelas del ciruelillo chico que vendrá en el 2021. A ver.

En otro orden de cosas, las macetas que compré en el 2016, y pagué generosamente, sobreviven solas como pueden; mi agua de urgencia la agradecen con el resurgir de alguna flor aún viva plenamente. A escasos metros, la ristra de macetas de El Corralón exiben flores luminosas. Enhorabuena. Pero no puedo dejar de pensar para mí que con una pizca de solidaridad no moriría ninguna flor en Soledades ... ni ningún niño por hambre o frío ... en el mundo.

En el 77, el Maestro Morente grabó uno de sus discos más hermosos, "Despegando", se llamaba. Iba en él una suerte de himno dedicado a su niña que acababa de nacer, "Estrella", y unas alegrías que irrumpen ahora en mi memoria: "Y el tronco siente el dolor cuando se corta una rama; ay, el tronco siente el dolor, la raíz se llora en sangre y se marchita la flor ..."

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